No da la cara. Veta ruedas de prensa y solo dice alguna que otra perla cultivada y cursilada en twitter. La censura y/o adulteramiento de las entrevistas son propias de dictaduras y repúblicas bananeras. Iglesias parece saber bastante de ello, así como algunos de los «periodistas floreros» bajo el lema «si me preguntas lo que no quiero, no vuelvo a tu programa». Pero claro, el esconderse puede también interpretarse como humildad y no querer pavonear el gran éxito de su viaje a Canadá y EEUU. Fue un éxito por muchas cosas, pero, sobre todo, porque a Sánchez esta vez no le dejaron utilizar un GPS. También puede que se esconda para morderse los labios y no amenazar a más personas que, ingratas ellas, no reconocen su gran labor y sacrificio por el país.

Además, no hace falta que hable mucho. Para ello están, entre otros, Duque, Borrell, y Àbalos, pero, sobre todo, las «miembras» feministas del desgobierno Frankenstein y su entorno, entre otras, las señoras Calvo, Montero, Celaá, Cunillera, Ribera y Delgado, a las que seguro no les habrán pasado desapercibidos los modestos vestidos que llevó doña Begoña durante su tourneé americana.