Un elegante vestido de raso duquesa con broche en la espalda le dio a la sevillana de 51 años Rosa León la victoria en la final de la segunda temporada de Maestros de la costura. Un subidón para esta decoradora que ha montado su propio taller, da clases a madres sin recursos del barrio de las 3.000 Viviendas de su ciudad y ha superado un cáncer de mama.

—Ha sido la concursante más constante. ¿Esperaba lograr la victoria?

—-Prefería mirar lo que tenía delante semana a semana. Estaba totalmente concentrada en eso.

—¿Qué le pareció el vestido de lentejuelas de su rival en la final, Isabel?

—-Precioso, muy en su línea. Pero tuvo algún fallo más que yo.

—Se inspiró en su madre.

—En el traje de novia de mi madre. Cuando dijeron que hiciéramos un traje de alfombra roja, para mí era el que tenía más cercano. Me inspiré en ella para dedicarle el programa, porque ya no está con nosotros.

—¿La introdujo en la costura?

—Ella tenía una tienda de ultramarinos y aparte hacía arreglitos porque le encantaba coser, igual que yo, que desde siempre he hecho cositas para mí y mis hijas, a nivel autodidacta.

—Ha ganado la única concursante que sabía usar una máquina de coser de las de antes…

—Aprendí a coser con ese tipo de máquinas, así que fue como hacer un viaje al pasado.

—¿Ser la veterana del concurso le ha beneficiado?

—No te creas, porque muchos han estudiado diseño y moda y llevan años cosiendo. Me ha podido beneficiar por la experiencia como persona. Hay que utilizar la inteligencia y había mucha gente ahí a la que le podían los nervios. Yo los controlaba y por eso he disfrutado tantísimo las pruebas.

—Su vestido de la final era muy Caprile. Él lo alabó mucho.

—Sí, Caprile, Balenciaga... Porque mi estilo es clásico, elegante, tradicional, con un puntito mono.

—A Palomo le gustaba más el diseño de su rival, Isabel.

—Yo siento adoración por Palomo, pero sus diseños y los de María Escoté son más modernos y atrevidos, con lo que se pueden identificar más con el estilo de Isabel. Yo tiraba más hacia Caprile, su juicio me importaba mucho. Y era el más duro conmigo, aunque en la final fue condescendiente y me valoró muy bien.

—¿Le ha propuesto algún diseñador visitar su taller?

—Sí, fui varios días al de Palomo. Tiene un cortijo en medio de Posadas, en Córdoba, con un taller muy cosmopolita con gente de Portugal, Londres, Cádiz… Hay un ambiente de cariño brutal. Por eso salen las prendas tan bonitas.

—El concurso ha terminado con buen rollo, pero empezó con rifirrafes entre Lara y Anastasia.

—Tendrás más feeling con unos que con otros, pero tiene que haber respeto. Y allí hubo un momento en el que se perdió. Intentaron solucionarlo, pero las dos tienen caracteres fuertes y chocaban. Dormían juntas en la misma habitación, así que imagínate.

—También superó hace un año un cáncer de pecho.

—Cuando entré en octubre en el programa estaba muy reciente. No hacía ni un año que había terminado el tratamiento con la quimioterapia y me habían operado. Por eso digo que el concurso ha sido parte de mi medicina.

—¿Decidió montar su taller y colaborar con la Fundación Alalá?

—Esa fue otra parte de mi medicina. Me ha servido para cerrar el capítulo del cáncer. Presenté este proyecto en la fundación para dar clases de costura, dentro de mi humilde sabiduría, a estas señoras del barrio marginal de las 3.000 Viviendas, y les pareció fenomenal.

—¿Cómo será su colección cápsula en El Corte Inglés, uno de los premios del concurso?

—Está acabada. Es ropa infantil para niñas. También algunos de los diseños del concurso: el kimono, el naranja con las flores y el esmoquin plateado con la cinta. Y en el taller en Sevilla no paramos con los encargos para la Feria de Abril.