Los últimos capítulos de esta serie de reportajes sobre Priego de Córdoba se los dedicaremos a la joya de la corona, el Macizo de la Horconera -probablemente uno de los espacios de mayor interés ecológico de la provincia de Córdoba- y sus zonas adyacentes. Juan Bernier lo describe como «una imponente mole -una inmensa maqueta de un cataclismo geológico- donde alternan desfiladeros y precipicios de centenares de metros, con valles y puertos, todo por encima de mil metros de altura de una belleza majestuosa. Valles donde sólo crecen raras y polícromas plantas medicinales y umbrías donde la nieve que no derrite nuestro penetrante sol blanquea meses enteros en la temporada invernal».

Con su habitual lenguaje poético, Bernier pone acertadas palabras a las emociones que hemos experimentado los que alguna vez nos hemos encaramado a sus encrespadas cumbres: «…venciendo el frío viento que poco tarda desde la enorme cinta blanca de la Sierra Nevada, por vericuetos rocosos, por senderillos de musgo, por campos de fríos lirios, la ascensión es una aventura inolvidable. Es el vértigo de la altura hasta coronar la soledad de la cumbre a 1.570 metros. Es desplegarse delante de nosotros los mapas reales de Córdoba, Jaén, Granada y Málaga, y sus gigantes cimas. Es sentirse vecinos del Mulhacén y del Veleta, densamente blanqueados y brillantes de hielo. Es casi tocar las soledades de la sierra de Cazorla, paraíso de la flora. Es sentir los ecos del torcal de Antequera, que nos impide ver el oleaje del Mare Nostrum. En fin, es el orgullo de galopar, desde la soledad mágica de una naturaleza deslumbrante».

El indiscutible valor ecológico de este macizo le valió su inclusión dentro del Plan Especial de Protección del Medio Físico de la Provincia de Córdoba, del año 1986, como Complejo Serrano de Interés Ambiental; y cuando en el año 1994 se aprobaron los primeros instrumentos de planificación del parque Natural de las Sierras Subbéticas, declarado en 1988, recibió el máximo grado de protección, calificándose, por encima de los 1.100 metros, como Área de Especial Interés y Zona de Protección Grado A, es decir, un ecosistema de excepcionales valores científicos, culturales y paisajísticos.

Por eso la Administración medioambiental ha puesto especial cuidado en velar por la conservación de esta riqueza natural, restringiendo al máximo el uso público y haciendo completamente necesario disponer de una autorización expedida en las oficinas del Parque para adentrarnos en este quebrado paisaje que, visto desde lejos, ofrece unas bellas tonalidades azules y grises, o blancas cuando ocasionalmente se cubre de nieve.

El Macizo de la Horconera se subdivide en tres unidades montañosas. La Tiñosa, con 1.570 metros, representa el punto más elevado del solar cordobés, separado del alargado farallón montañoso de Sierra Alhucema por el puerto del Cerezo; Puerto Mahína separa a su vez esta última del segundo pico más alto, Bermejo, de 1.476 metros de altitud. Ambos collados representan los mejores accesos de estas sierras, por cuyos valles bajan algunos arroyos, como el del Puerto, el de la Fuente de la Higuera o el de Cañatienda, que únicamente llevan agua en época de lluvias.

ESPECIES VEGETALES // Los casi mil metros de desnivel de esta muralla rocosa condicionan la distribución de las distintas especies vegetales. En las zonas de menor altura, el olivar gana terreno al monte, salvo ciertos enclaves, como en las partes más bajas del valle de Cañatienda, puerto del Cerezo, cortijo de la Umbría o los Arrianes, que muestran frondosos bosquecillos de encinas, cornicabras y quejigos; o bien pequeñas superficies de dehesa, como las de la Peñalisa, Cortijo alto de Torres o Vichira, donde destacan los ejemplares arbóreos más imponentes y majestuosos de la comarca.

Más arriba subsisten algunas encinas achaparradas y un matorral de aulagas, romero y matagallo. Pero es a partir de los 1.200 metros cuando se presentan especies de alto valor botánico. No en vano, las sierras calcáreas andaluzas están consideradas como los lugares europeos donde mayor número de endemismos florales existen, y el macizo de la Horconera no es ajeno a este hecho, contando con un buen número de endemismos de diferente rango biogeográfico: ibéricos, ibero-mauritanos, andaluces, béticos y algunos de distribución local muy restringida.

Uno de los principales elementos vegetales de alta montaña es el matorral espinoso almohadillado, perfectamente adaptado a las condiciones extremas que reinan en las cumbres, compuesto por especies como el piorno fino, el cojín de monja o piorno azul o la rascavieja.

Estas plantas de las cumbres y puertos de la Horconera presentan una serie de adaptaciones a las rigurosidades climáticas: a estas alturas el viento sopla con fuerza y las plantas han de ser pequeñas y adheridas al sustrato, adquiriendo estructura almohadillada para ofrecer menor resistencia al viento. Pero con el viento aumenta la evapotranspiración, por lo que evolutivamente han modificado sus hojas a espinas para reducir al máximo las pérdidas de agua. Las espinas son útiles también como defensa frente a los herbívoros, las cabras montesas que tiempo atrás habitaban estas sierras, y hoy se defienden de igual manera de las ovejas y cabras domésticas.