Los cordobeses disfrutaron del eclipse lunar más largo en mucho tiempo. La luna se convirtió en la protagonista de la noche y, con su color rojizo (de ahí que se le conozca por luna de sangre), se reflejó en los ojos de todos aquellos que levantaron la vista para contemplar el espectáculo del espacio. Los cordobeses aprovecharon la oportunidad para retirarse a zonas con menor contaminación lumínica, como Los Villares, y realizar actividades como la que propuso la asociación Samsara: aprender danza oriental. Al escenario también se acercó Marte. La distancia con el planeta fue más corta que de costumbre y se percibió su brillo más de lo habitual. Los asistentes a la función del universo contemplaron la imagen de la luna sobre la Mezquita o sobre San Rafael, pero también en otros puntos de la provincia. El acontecimiento comenzó a las 19.14, pero no fue hasta cerca de las 21.30, momento en el que salió, cuando pudo observarse. Durante 103 minutos se apreció la interposición de la Tierra entre el sol y el satélite. De esta forma, la sombra terrestre se proyectó en ella y la dispersión de la luz al pasar por la atmósfera provocó ese tinte de sangre o de fuego. Pero, más allá la imagen, del espectáculo, la ocasión supuso una oportunidad para que los expertos recogieran información sobre el estado del agujero de la capa de ozono. Aunque la visibilidad desde Europa fue menor en comparación con zonas más orientales o África, Córdoba fue testigo de un fenómeno para el deleite de la vista y el entusiasmo de fotógrafos.