¿Qué caracteriza a una materia como instrumental? ¿Qué criterios la definen? ¿Hay materias instrumentales per se? ¿Quién da el carné de instrumental a una materia? ¿Un político, un profesor, una Orden del BOJA o la práctica diaria en el aula?

Las leyes -frecuentemente- están llenas de modas, falacias y de presupuestos teóricos que unos años de práctica acaban por desechar. Intereses políticos fatuos y poco rigurosos hacen perder a la sociedad tiempo y preciosas ocasiones de progreso. Además, cambian con tanta frecuencia que no da tiempo a profundizar y mejorar. Un buen ejemplo en relación con la educación es las numerosas reformas y modificaciones que sufre nuestro sistema educativo.

En las sucesivas reformas educativas que venimos padeciendo han cobrado especial relevancia las áreas instrumentales. Se considera a una materia o un área como instrumental si sirve para aprender otras o si ayuda a vivir y a situarse en actividades cotidianas. El concepto va asociado a la idea de considerar el término instrumento como un medio para hacer una cosa o conseguir un fin. Es fácil de entender que desde esta perspectiva las materias de Lengua y Matemáticas, en las sucesivas reformas educativas, hayan adquirido esta consideración. Conseguir un adecuado desarrollo de la competencia lingüística y matemática en el alumnado es clave para que sigan avanzando en su formación. Los últimos informes publicados sobre el estado de la educación en nuestro país han levantado gran alarma social, pues las evaluaciones realizadas detectan que nuestros alumnos presentan deficiencias en el desarrollo de estas capacidades y su incidencia es importante en el fracaso escolar. De ahí que en los últimos cambios legislativos estas áreas han aumentado su carga lectiva en el currículo de Secundaria.

Sin embargo, y siendo también alarmantes los resultados obtenidos en Ciencias, sorprende constatar que en las sucesivas reformas educativas no se contemplan, al menos hasta ahora, actuaciones dirigidas a la mejora la cultura científica de la ciudadanía. ¿Acaso las ciencias no son un medio para conseguir otros fines? La pregunta es inmediata ¿por qué sólo las matemáticas y la lengua tienen esta consideración? En el decreto donde se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la ESO se señalan, entre otros, como fines de esta etapa educativa conseguir que nuestros alumnos y alumnas adquieran los elementos básicos de la cultura, desarrollar y consolidar hábitos de estudio y trabajo, formarles en el ejercicio de sus derechos y obligaciones en la vida como ciudadanos. Si estos son los fines que se pretenden conseguir, por qué no es instrumental conocer el funcionamiento del propio cuerpo, desarrollar hábitos de vida saludables o de consumo sostenible, promover la conciencia ecológica, o realizar observaciones, comprender sucesos, predecir consecuencias, la capacidad de plantearse preguntas y posibles soluciones, de hacer inferencias - - ... ¿Por qué no son instrumentales las materias de Ciencias? ¿Cuál es la respuesta de los responsables de la política educativa para mejorar la utilización de los ´instrumentos´ que aportan las ciencias a la formación como ciudadanos de nuestros jóvenes? Lamentablemente, por ahora la respuesta ha sido relegar la enseñanza y aprendizaje de las ciencias básicas a un segundo plano en el currículum de la ESO. La optatividad de las materias de Biología y Geología y de Física y Química, nos lleva a pensar que para los responsables en materia de educación estas disciplinas no forman parte de la formación general de todos nuestros adolescentes, lo que también comporta consecuencias negativas para la post-obligatoria. La ausencia de prácticas de laboratorio oscurece, aún más, este panorama.

Es evidente que Lengua y Matemáticas son instrumentos para el resto de las áreas, y está totalmente justificado que en la etapa de educación Primaria se les dé mayor relevancia respecto a otras áreas, pero es insostenible trasladar el mismo planteamiento a la educación Secundaria, ya que los fines de esta etapa son mucho más amplios y se necesitan más instrumentos para conseguirlos. La competencia científica de la ciudadanía está degradándose en una sociedad que cada día aplica más ciencia y en la que contradictoriamente nuestros jóvenes se alejan de las disciplinas científicas.

Las previsiones para que en un futuro próximo nuestro país tenga un peso específico importante en Europa y el mundo apuntan la cifra de 60.000 trabajadores con formación científica. ¿Qué se está haciendo para conseguir este objetivo?