Este es ya el tercer curso que esta asociación, junto con Servicios Sociales del Ayuntamiento de Córdoba y la Zona de Trabajo Social de Moreras ofrecen esta alternativa que para muchos centros educativos, alumnado y familias supone todo un balón de óxigeno. Así lo explica a este periódico José María Espejo, educador social de Ayumen, quien señala que «la asociación detectó la necesidad que había de atender a este alumnado durante el horario lectivo, ya que se suele tratar de menores en riesgo de exclusión social para los que estar en la calle o en casa, con referentes que a veces no son los mejores, puede suponer un riesgo mayor porque les desvincula aún más del sistema, a la vez que se agrava y dificulta la convivencia familiar». En este proyecto trabaja un nutrido equipo de profesionales conformado por educadores sociales, pedagogos, psicólogos y trabajadores sociales. Y es que todo apoyo es poco para atender a chicas como María, de 15 años, que fue expulsada la pasada semana por llegar varios días tarde a clase. «No es la primera vez que debe pasar unos días fuera del instituto», apunta Espejo. «En otras ocasiones se ha peleado con un compañero o ha cumulado diversos partes de conducta», añade. Sin embargo, en estos casos, gracias a esta iniciativa de Ayumen, ha podido pasar estos periodos de ausencia lectiva lejos de la calle o de su casa. «A la vez que trabajamos con ella, intervenimos con su familia, llevando a cabo sesiones de mediación familiar», explica José María Espejo.

Esta alternativa que brindan ha tenido muy buena acogida entre los centros de Secundaria, quienes manifiestan su necesidad y continuidad. Señalan desde la asociación que son ya, incluso centros educativos de la capital, los que demandan su implantación. En el centro de Servicios Sociales Noroeste-Moreras, que es donde están ubicados, reciben alumnado y familias derivados de cuatro institutos de esta zona de la capital. Los buenos resultados que están obteniendo con este proyecto tienen su traducción en cifras: el 82% de los menores que pasan por aquí no reinciden en la expulsión.

La mayoría de estudiantes que acuden tienen entre 13 y 16 años, justo cuando acaba la edad de la ESO. Los dos primeros años de instituto suelen ser los más conflictivos, coincidiendo con la adolescencia. Precisamente por eso, aclara Espejo, el objetivo del proyecto es «trabajar la conducta y detectar los problemas que la alteran, por lo que incidimos de manera especial en la educación emocional».