La oportunidad presentada como club hace cinco años al llegar a Primera División, no solo fue desaprovechada, sino que no cambió el sino de este Córdoba, al que la línea claramente decadente de las últimas temporadas tuvo su triste epílogo el pasado domingo, irónicamente en el Gran Canaria, escenario de su último gran logro deportivo. El éxito tiene muchos padres y el fracaso es huérfano, pero en esta caída al pozo de la Segunda B hay un máximo responsable, aunque no un único culpable. Algunos de ellos ya ni están en la ciudad. En la primera entrega de la serie, se analiza a la cúpula blanquiverde.

EL PRESIDENTE

Algo más que el pago de la novatada

El máximo responsable del fracaso. El empresario montoreño tendrá que repasar mucho de lo realizado en la última temporada. Sin obviar su compra a ciegas y una herencia más que envenenada, las decisiones tomadas en esta última temporada han terminado por rematar a un club que ya se encontraba con graves heridas de las que era imposible una cura por vía de urgencia. Una división profunda en lo social, muchas dudas en lo económico y una incapacidad manifiesta en lo deportivo. Si este descenso se hubiera producido hace un año a buen seguro que nadie le hubiera mirado, ya que cuando adquirió el paquete mayoritario de acciones todos daban por segura la caída a la Segunda División B. Pero no llegó solo y su compañero de viaje, entonces, indicaba una intención clara: se iba a intentar por todos los medios salvar la categoría. Se hizo de manera «milagrosa» y a los problemas que heredó añadió otros nuevos, que estallaron el verano pasado.

Trajo al club a un director general del que aún hoy no se sabe a qué se ha dedicado, salvo algún detalle. También contrató a un director deportivo que prácticamente no podía hacer su trabajo y, ante el pánico por la decisión de Francisco, su entrenador, de abandonar el barco ante las promesas incumplidas de un proyecto fuerte, se entregó al deseo de un sector que, tarde o temprano, le pasaría factura, fuera cual fuera el entrenador. Entre bandazos, decisiones populistas y movimientos poco claros, León ha ido perdiendo de manera supersónica el capital de apoyo social que acumuló en junio del 2018, porque desde el estallido del bloqueo del límite salarial deportivo todo ha sido una constante huida hacia adelante sin un final claro, aparte, claro está, del traumático descenso a Segunda B. Además del duro golpe deportivo, todas esas decisiones, culminadas con los impagos, han desembocado en un club con una clara división interna y en el que pocos parecen seguir la senda de que la prioridad es la propia entidad. En definitiva, un «sálvese quien pueda». Con más o menos aciertos, sus antecesores siempre lograron que el Córdoba presentara hacia el exterior un aspecto homogéneo, una imagen que más allá de que fuera más real o ficticia, dista mucho de la que se percibe hoy en día.

La foto actual, tanto del club como de su máximo representante, tiene más oscuros que claros. A la previsible batalla legal con el anterior máximo accionista se van a añadir muchas otras. Precisamente Carlos González tuvo que enfrentarse durante más de seis años a un sector muy concreto que continúa ahí, ahora con nuevas alianzas. En este caso concreto, con el que fuera compañero de viaje del propio León, hace poco más de un año. En el amor y en la guerra... Ya se sabe. Por lo tanto, además de la depresión por el fracaso deportivo se añadirá un verano de dura batalla legal, con unos y otros, en la que solo dará un paso atrás el que perciba en el horizonte un escenario de derrota. Mientras tanto, León deberá lidiar con dicha batalla, realizar una profunda limpia tanto en el club como en el vestuario y lograr que la masa social, como mínimo, le conceda el beneficio de la duda. El argumento de la novatada o de que todas las responsabilidades recaen sobre otras espaldas no calará. Toca asumir responsabilidades, estabilizar económicamente el club, comparecer públicamente para reconocer errores -no pocos- y plantear un proyecto de futuro que resulte convincente. No lo tendrá nada fácil con su pasado reciente.

EL DIRECTOR GENERAL

¿Se sabrá algún día a qué vino en realidad?

Una de las decisiones más controvertidas de León, también de las primeras tomadas el pasado verano, fue la de incorporar como director general a Alfredo García Amado. El asturiano, que desarrolló esa labor y también la de gerente en el Sporting de Gijón durante 18 años, no salió del club rojiblanco con muy buena imagen. Este periódico informó el pasado 5 de agosto de que el propio García Amado mostraba en Asturias como uno de sus activos una aparente cercana relación con Javier Tebas, presidente de LaLiga. De hecho, en los primeros meses se comentaba en el entorno del club en voz baja que la llegada del director general tenía que ver con las irregularidades acontecidas en el pasado en el club blanquiverde. Fuentes cercanas a la patronal del fútbol consultadas por este periódico se mostraban más duras y aseguraban que García Amado aterrizaba en el Córdoba para certificar un descenso que se daba, en esos círculos, como hecho.

No se pudo confirmar tal extremo, aunque resulta significativo que el asturiano, ya en enero, aseguraba a diferentes agentes de futbolistas que «no podremos fichar» en la ventana invernal. De todas maneras, meses antes, en verano, ya llegaba García Amado con el pie cambiado, a pesar de que el regreso de José Ramón Sandoval al banquillo supuso un buen punto de apoyo para el asturiano, bastante cercano por amistad nacida en el Sporting, al de Humanes. Un director general que además es socio de una agencia de representación de futbolistas no parece la mejor tarjeta de visita, por lo que la desconfianza, a priori, era obligada. Se acrecentó con la llegada de un futbolista de dicha agencia, Mesas Sport, con la aquiescencia del entonces entrenador pero las dudas dentro del propio club. Orgánicamente, además, nadie en el club es capaz de especificar con nitidez el trabajo del director general. En su presentación oficial se aseguró que se publicaría un organigrama con las labores a desarrollar por cada uno de los departamentos. Pero quedó en el olvido. O no hubo forma de confeccionarlo. El caso es que más allá de la exigencia de tener conocimiento de lo que cada uno hacía en el club y de intentar intervenir en todas las operaciones económico-deportivas de la entidad, poco más se le conoce. La división interna, en lo que a decisiones y órdenes se refiere, se hizo patente a partir de octubre.

Más de un trabajador reconocía que en El Arcángel parecían pervivir dos poderes: el previsible, que representaba el presidente y máximo accionista, y el del director general, que siempre ha mandado a otros, emisarios, para intentar conseguir lo que pretende. Ayudó mucho a esa idea lo expresado por varios futbolistas tras una visita de García Amado a la caseta después de los primeros impagos, en noviembre y diciembre: «Yo no os voy a engañar», comentan que dijo el director general, en clara referencia censora para con el presidente y máximo accionista. No es el único ejemplo, existen más, aunque éste es de los más significativos. Lo que sí parece es haber cumplido uno de los objetivos para los que llegó: este periódico ha podido saber de fuentes del propio club que en las próximas semanas no se descarta la visita de Javier Gómez, director general corporativo de LaLiga y brazo ejecutor del control económico de la patronal, para transmitir el cumplimiento de la entidad blanquiverde en esta temporada, la última en el fútbol profesional por ahora, con el control económico de LaLiga.