Se puede perder, pero no hacerlo de esta manera. Se puede caer cuando te expulsan a un jugador, pero no pueden expulsarte así, como echaron a De las Cuevas por una roja directa tras un error de infantiles, provocando además la falta directa que acabó en el único gol del partido, a favor del Nàstic.

Y se puede tratar de «remar»-como dijo ayer Curro Torres tras el partido- cuando la mar viene turbulenta, pero para remar hacen falta brazos que aprieten, marineros hombro con hombro, compañeros que se ayuden, que no agachen la cabeza y que demuestren tener amor propio. Sangre. Faltó el líquido rojo que ayer no pudo correr por la frialdad de algunas venas, inertes ante cada ataque tarraconense. Solo la falta de acierto de sus delanteros, en especial de Luis Suárez y Manu Barreiro, evitó que la derrota se convirtiese en goleada.

De poco sirve cuando un técnico cambia las piezas y hasta el sistema cuando la marejada es más fuerte que el barco que debe sostenerse. Y el que quiera bajarse de la embarcación que lo haga ahora, que aún hay tiempo para sustituir a algunos remeros. Resulta curioso que precisamente el día que la peña cordobesista de Cataluña acudió al Nou Estadi de Tarragona la segunda parte dejase una sensación tan grande de falta de orgullo. Sangre Blanquiverde se llama la peña, que se fue con las manos vacías y las caras largas en su autobús, de vuelta a casa. Si algo sostiene a este equipo en las últimas temporadas en Segunda División es precisamente su hinchada, su fiel infantería que nunca cede, que nunca se rinde, que no se arredra. Esa a la que apelarán para que acuda en masa para otro partido ante un rival directo, el próximo domingo ante el Rayo Majadahonda. Esa afición que lleva demasiado tiempo acostumbrada a animar por un bocadillo de chorizo y que tampoco pide caviar, pero sí un poco de vino con el que sobrellevar mejor tanta mar agitada.

Pero como ya se dijo más arriba no es tiempo de bajarse del barco. Porque si las disensiones, si las fugas de agua comienzan a llenar al Córdoba CF correrá serio riesgo de irse a Segunda B. Pese a todas las advertencias. Y con el peso negativo que tendría para una ciudad, Córdoba, que por su población y por la masa social que arrastra su equipo jamás debería estar en la categoría de bronce. Como mínimo en la de plata.

Pero quedémonos con lo positivo. Estamos a tres puntos de la permanencia. Y jugamos ante Rayo, decimonoveno y empatado a 20 puntos con la salvación. A falta de mejores manjares, sujetemos el bocata de chorizo antes de que se empape y haya que tirarlo.