Hay dos Barças. Uno, lozano y feliz, se pasea por el Camp Nou. Es un equipo de andar por casa. Otro, tenebroso, oscuro, va y vuelve deprimido de sus viajes, incapaz de reconocerse a sí mismo. El Barcelona malo eclipsa al bueno, al punto de que ha firmado el peor arranque en la Liga con Valverde, cayendo hasta el octavo puesto en la clasificación. En esa tierra de nadie deambula ahora el campeón, que perdió su tradicional equilibrio defensivo. Y está además peleado con el gol. En casa marca muchos; a domicilio, no. De ahí, su mala pinta actual. «Será un año largo y complicado», pronosticó Luis Suárez. Ya lo es.

VALVERDE

«Me siento responsable de todo lo que ha ocurrido. Claro que me preocupa. Fuera de casa no estamos cosechando buenos resultados». Valverde asumió que el Barça ha entrado en una fase caótica fuera de casa, incapaz de ganar ni uno solo de los cuatro partidos jugados: tres de Liga y uno de Champions. Ha tocado mucho en el inicio de temporada: Busquets, por ejemplo, lleva dos encuentros sin jugar ni un minuto (Athletic y Granada, ambos fueron derrotas), pero ahora quizá deba hacer cambios realmente estratégicos. Que agiten, y de verdad, el status quo del vestuario. La llegada de Griezmann y De Jong, titulares ambos siempre, no ha alterado el biorritmo bajo y depresivo del equipo.

El drama es que ellos, gente fresca y nueva, se dejen arrastrar por la inercia negativa. A Valverde le toca remover estructuras que, de momento, son intocables. A Guardiola, como confesó después, le sobró su cuarta y última temporada. Luis Enrique comunicó en privado a Bartomeu en octubre que era su tercer y último año. En marzo ya lo hizo público. Valverde, a quien ya despidió algún sector de la junta tras el horror de Anfield, vive el síndrome del último año.

LA DEFENSA

Los Barças de Valverde se distinguían, sobre todo, por ser compactos, equilibrados y fiables, construyéndose casi siempre desde atrás hacia adelante. Pero una sucesión de descoordinaciones defensivas han terminado con esa fama. Nueve goles encajados en apenas cinco jornadas de Liga no es solo el peor registro en sus tres temporadas sino que delatan graves disfunciones. Un saque de banda, casi en el tiempo añadido, provocó la caída en el debut en el nuevo San Mamés sin que nadie advirtiera la presencia de Aduriz. De aquel error colectivo al fallo individual de Junior Firpo en el 1-0 del Granada, unido a las manos innecesarias de Arturo Vidal en el 2-0 o de Piqué en el 2-2 del Sadar forman parte del catálogo de los castigos. No son simples accidentes.

El Barça se fractura con excesiva facilidad, obligado a remar siempre contracorriente, recibiendo tantos goles que figura en el furgón de cola. «No, no tenía ese dato de que éramos el más goleado de Primera», dijo Valverde tras encajar dos tantos más en Granada. «Los rivales están acertando bastante». Y el Barça no sabe defenderse bien.

GRIEZMANN

Ni en la derecha. Ni tampoco en la izquierda. Si acaso, en el centro del ataque, pero siempre al cobijo del Camp Nou. Solo se han visto confetis en el estadio azulgrana. Fuera, ni rastro de Antoine Griezmann, un delantero invisible, incapaz de ser detectado por sí mismo. En Granada quedó la última prueba de una estrella, por la que el Barça pagó este verano 120 millones de euros, que vive en un mundo aparte. Habla, de momento, un idioma distinto al de Messi, con quien solo ha coincidido 76 minutos de los 540 posibles. Un pírrico 14%. El francés, a quien se ve incómodo allí donde lo ponga Valverde, lo ha jugado todo.

No se perdió nada de este preocupante inicio de temporada. Y muy a su pesar, ya se ha convertido en un caso. Un caso complejo para descodificar porque cada vez que sale fuera de casa no tiene peso alguno en el ataque. Seis remates y ninguno a portería certifican la auténtica dimensión del problema. Solo dos acabaron con su recorrido; los cuatro anteriores fueron interceptados. Es el misterio Antoine.

EL ATAQUE

Dos partidos (Borussia Dortmund y Granada), dos sin marcar un gol. Y con apenas dos tiros a puerta en 180 minutos, el símbolo de la tremenda ineficacia que irradia el Barça. Uno de Suárez en Dortmund, repelido por el guardameta suizo Bürki, otro de Messi, atrapado sin problemas por el portugués Rui Silva en el Nuevo Los Cármenes. Los porteros rivales ya ni sudan. Ni tampoco tienen un trabajo extra porque viven tranquilos, a pesar de que, por ejemplo, Valverde acumulara hasta cuatro delanteros (Messi, Suárez, Griezmann y Ansu Fati) ante el conjunto nazarí. Se van los metas al vestuario casi sin usar los guantes porque el nivel de producción ofensiva del Barça ha descendido de forma alarmante fuera de casa.

La secuencia de tan extraña ineficacia azulgrana arranca en Bilbao, pasa luego por Alemania y termina, por ahora, en Granada. Los dos únicos goles lejos del Camp Nou fueron en Pamplona y llevan la firma de un juvenil atrevido (Ansu Fati) y un centrocampista que se estrenaba (Arthur). Lo demás es un desierto.