No falta nadie. O casi nadie. Si acaso el Inter, que reúne tres Champions en sus vitrinas. Pero todos los grandes del continente se cruzarán el próximo lunes en un diabólico sorteo de octavos de final de la Champions League. Diabólico porque el Barça y el Real Madrid se exponen a la amenaza inglesa, especialmente por parte del Liverpool de Klopp, actual subcampeón europeo, y del deprimente United de Mourinho.

Hay 40 Copas de Europa reunidas entre los aspirantes al nuevo título. El Madrid, que defiende la corona, pero sin Cristiano, líder ahora de una Juventus que perdió en la última jornada en Suiza, tampoco tendrá una ruta fácil. Aunque quien peor camino tiene por delante es el Atlético tras ser segundo.

El cholismo pone, eso sí, la casa de la final. Será el sábado 1 de junio del 2019 en el estadio Metropolitano, pero para llegar hasta allí le vienen curvas al conjunto rojiblanco porque corre el peligro de enfrentarse contra el PSG de Neymar, Mbappé, Cavani y compañía o el City de Pep Guardiola, dos clubs recién llegados a la zona noble de la Champions, necesitados ambos de besar algún día la orejona.

Necesitados están realmente todos. El Barça, sin ir más lejos. Solo ha ganado un título europeo en los siete últimos años. El recuerdo de Berlín-2015 comienza a quedar sepultado por el paso del tiempo y, sobre todo, porque el Madrid ha llenado en ese período el Museo del Bernabéu con tres Copas de Europa más.

Messi ya advirtió el pasado verano, justo antes de empezar el trofeo Joan Gamper, de que el objetivo era reconquistar "esa copa tan linda y tan deseada". Podría darse, incluso, el morboso reencuentro con la Roma, un equipo que frustró la temporada perfecta porque emborronó el doblete de Liga y Copa. Una derrota dolorosa que sirve como lección europea para un Barcelona con hambre