Juliette Binoche y Claire Denis, actriz y directora respectivamente, ambas fundamentales en el decurso del cine francés (y europeo) de las tres últimas décadas, han compuesto un equipo fundamental en ésta su última obra, donde nos cuentan los diferentes intentos de encontrar el amor por parte de una mujer en plena madurez de la que sabemos más bien poco: que es artista y madre separada. El filme se abre directamente con una relación sexual entre la protagonista y un tipo (interpretado por Xavier Beauvois) del que luego sabremos que es banquero y un tanto indeseable (en cualquier sentido de la palabra), y se clausura con un interesante y largo monólogo de Gérard Depardieu metido en la piel de un vidente, péndulo en mano, leyéndole el futuro.

Entremedias pasarán unos cuantos tipos por la vida y la cama de ella: desde un inseguro actor hasta, incluso, su propio exmarido. Y ante la imposibilidad de encontrar ese sol interior que la guíe, ante esa impotencia que la hace llegar a las lágrimas al final de cada capítulo, se rebela ante el destino volviéndolo a intentar con unos y otros, igual con un galerista de arte que con un desconocido en la pista de baile…

Binoche se nos muestra como nunca lo ha hecho hasta ahora, impresionante. Exterior e interior opuestos: mientras se pasea dominante con botas de alto tacón por encima de las rodillas y una imagen portentosa, su interior se nos muestra más frágil cada vez que sufre una decepción amorosa. Denis filma (con la excelente dirección de fotografía de Agnès Godard) en primeros planos escrutadores, manteniendo la cámara ante sus gestos y perdiéndose en su fotogenia, dominando las elipsis y componiendo inteligentes y veraces diálogos con cada uno de los partenaires. Y al final, uno se pregunta si lo que ha visto es una comedia llena de tristeza. Pero una comedia. Sobre la insatisfacción y el fracaso, sobre la búsqueda existencial del amor.