La escultura española del siglo XIX tuvo un auge inesperado, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo, por la aparición de un grupo de artistas formados en las escuelas de París y Roma, que le imprimen un gran avance, caracterizándose por la personalidad inconfundible que dan a sus obras y por la técnica empleada en la realización, principalmente de las relacionadas con el mundo clásico.

Entre el grupo de escultores surgidos de esos centros, este pequeño trabajo quiero dedicarlo al artista zamorano, pensionado en la Academia Española de Bellas Artes de Roma, Eduardo Barrón González, que fue un poco olvidado y que hoy empieza a estar reconocido plenamente gracias al esfuerzo de los amantes del arte.

Nace este artista en Moraleja del Vino (Zamora) el 2 de abril de 1858. Inicia su formación artística en 1875 trabajando con el imaginario zamorano Ramón Alvarez Moretón. En 1877 comienza sus estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid. Termina la carrera en 1881 con notas brillantes.

Estancia en Italia

Primer viaje a Roma a finales de 1891 pensionado por la Diputación de Zamora. Realización de Viriato , medalla de plata en la Exposición de 1883, y regreso a España. Segundo viaje a Roma en 1884. Durante los cuatro años que estuvo en la Academia de Roma realiza algunas de sus mejores obras: Adán después del pecado, Santa Eulalia ante Daciano y Roncesvalles . En 1886 realizó el recorrido por las principales capitales de Italia a fin de reconocer y estudiar parte de la inmensa cultura que atesora ese país. A finales de 1888 realiza el San José con el Niño Dios para la Basílica de Loreto (Italia), regresando a España a principios de 1889. En 1895 es nombrado por la Reina Gerente, con asignación oficial, Conservador-Restaurador del Museo del Prado. El 6 de julio de 1910 es elegido Académico de Bellas Artes por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fallece en Madrid, a la edad de 53 años, el día 23 de noviembre de 1911. Estaba en posesión de múltiples condecoraciones y honores, y entre sus obras más importantes destacan Hernán Cortés, Cristobal Colón, Nerón y Séneca y el Monumento a Castelar .

El grupo escultórico Nerón y Séneca , actualmente depositado en el Ayuntamiento de Córdoba, fue la obra cumbre del escultor Eduardo Barrón González, y en la que volcó todo su saber y la gran experiencia en los clásicos que adquirió como pensionado en Italia. Lo presentó en la Exposición General de Bellas Artes de 1904 obteniendo el primer premio con medalla de oro, siendo, a sus 46 años, la culminación de su carrera.

El grupo escultórico de 1,75x2,50 m. está realizado en escayola ligeramente policromada al igual que aparecía en muchas esculturas griegas y romanas de la época clásica, y se compone de dos figuras sedentes con un magnífico sentido de la composición. Esta obra parece realizada en un momento de gran inspiración y con una estudiada fidelidad histórica, presentándonos como tema básico la educación, donde el filósofo cordobés Séneca intenta impartir sus enseñanzas al joven Nerón que parece que no las acepta con demasiado agrado. El conjunto de la obra nos muestra una bella composición de excelente factura, con amplitud de pormenores arqueológicos, de la que emana un noble clasicismo, y está realizada con tal meticulosidad que parece una labor de orfebre. Las formas geométricas de los pliegues de sus ropajes nos hacen recordar las figuras sedentes de Donatello, y la expresividad de los rostros de los personajes nos muestra el carácter de apasionado humanismo, con esa tendencia a la expresión realista, que imprime Barrón en sus obras, quizás inspirado en los artistas italianos del Renacimiento.

Cuando se cumple el primer centenario de esta gran obra solo me queda reiterar a los poderes públicos lo que se viene solicitando desde hace cien años: ¡Por favor procedan a fundir en bronce esta obra tan magnífica, antes de que sea demasiado tarde! El nivel cultural actual de nuestro país nos obliga, por encima de todo, a cuidar y conservar nuestro gran patrimonio artístico.