‘Insólitas’. Autoras: VVAA. Coordinación: Teresa López Pellisa/Ricard Ruiz Garzón. Editorial: Páginas de Espuma. Madrid, 2019.

Teresa López-Pellisa, profesora de literatura de la Universidad de Baleares y miembro del Grupo de Estudios sobre lo Fantástico de la UAB, responsable de la antología junto al crítico Ricard Ruiz Garzón, se hace una pregunta que puede describir a la perfección el status quo de la mujer en la literatura de ficción: «a ver ¿cuántos nombres de escritoras hispanoamericanas de ficción conocen?». En la respuesta reside la perfecta radiografía de la situación. La situación tal vez sea desmoralizante ante el resultado alcanzado. Podemos lanzar otra pregunta después de una reflexión. Si algunas de las autoras que escriben ficción en Hispanoamérica han sido premios nacionales, por ejemplo, y cuentan con un largo recorrido de publicaciones, ¿por qué no las conocemos? La respuesta, tal vez reída en una doble condición. Por un lado, el canon de género que ha relegado la ficción históricamente a un lado o un peldaño inferior, salvo contadas excepciones; por otro, la escritura firmada por mujeres hasta ahora que comienza a sobrepasar líneas, también ha quedado relegada. Hablamos, pues, de un freno considerable para el acceso y difusión a este tipo de escritura.

En Inglaterra la primera antología en este sentido se produjo en el año 1974 Women of Wonder: Science Fiction Stories by Women about Women, a cargo de Pamela Sargent. En España hasta el año 2012 no tuvimos un acercamiento en tal sentido con el trabajo de Alucinadas, de Cristina jurado y Leticia Lara. Pensar en Mary Shelley resulta casi un ejercicio de paleontología literaria. La tradición a este lado del océano era casi inexistente por desconocimiento, a diferencia de allá donde nos llegó el masculino boom hispanoamericano o donde Borges no tenía ningún reparo en la entrega a la ficción, tal vez por la carga sajona de su educación literaria. La argentina Silvina Ocampo tal vez era el mirlo blanco, otro ejemplo arqueológico. En España quizás hasta la aparición de las publicaciones de Cristina Fernández Cubas, tras un enorme esfuerzo de noes editoriales como ha reconocido la propia autora, unida al aterrizaje de la uruguaya Cristina Peri Rossi, no comenzó una difusión de literatura de ficción escrita por mujeres que encontrara un cauce adecuado de difusión. De ahí que sea curioso -no sorprendente- que las autoras que aparecen en la antología, 28 nombres, estén vivas; tan corto es el recorrido que la relación entre ellas no alcanzaría más allá de abuela-nieta.

Sería difícil realizar una pormenorizada reseña de las autoras participantes, hecho que dejamos para la lectura particular. No existe un denominador común porque las temáticas son variadas y personales. Desde el estudio preliminar se destaca algún denominador común en algunos relatos de América en los cuales la violencia y la represión políticas están presentes. Pero no existe elemento aunador o aglutinador más allá del binomio género en sus dos vertientes. Aunque pareciera lógico por actualidad y convencimiento, la antóloga nos aclara un concepto que discierne el campo que se abre ante la posible lectura: «Hay muchas autoras que no forzosamente se deben sentir identificadas con el feminismo, aunque muchas sí lo hagan». Y así es. No se trata de una obra feminista, aunque contenga piezas feministas, aclaración que cada día está más cerca de ser innecesaria, por fortuna.

Desde lo personal, ha sido un descubrimiento la escritura de ficción escrita por mujeres hispanoamericanas de forma global y aunada, un buen muestrario de un género arrinconado y silencioso, al que casi siempre se accede de forma fraccionada, salvedades hechas de Gioconda Belli o Isabel Allende, que no aparecen en la antología. Sería injusto destacar o rechazar algún nombre, puesto que el botón de muestra es un solo relato. No obstante, y desconociendo el criterio de orden tanto editorial como de los responsables de la antología, el libro alcanza un importante crescendo final con las aportaciones de Peri Rossi y Laura gallego, que nada entre sí tienen que ver, salvo la ficción, tan diverso es el espectro representado. La sensación que planea tras la lectura es la de haber sobrepasado un línea divisoria, la última página está en el lado de la visibilidad, tras el largo periodo de sombra que mujeres, escritoras y de ficción han padecido.