El poeta grancanario de la generación del 70 Justo Jorge Padrón, de tan dilatada trayectoria nos sorprende con este último libro suyo, Cuando las lilas vuelvan a florecer, todo él constituido por una serie de intensos y sutiles haikus que brindan una faceta más de la complejidad de su obra plural. Y digo nos sorprende porque Justo Jorge Padrón se ha caracterizado hasta la fecha por empresas y concepciones de muy amplio aliento y abarcadora dimensión, como su ambiciosa e insólita obra épico-lírica Hespérida, Canto Universal de las Islas Canarias, de la que, desde el año 2005, lleva publicados sus dos primeros volúmenes: el primero, una epopeya de cincuenta cantos sobre la historia, geografía, mitología y conquista castellana del archipiélago, y una segunda, La gesta colombina, sobre los cuatro viajes de Colón y el descubrimiento del nuevo continente.

El próximo año esperamos la publicación de la tercera entrega de esta magna epopeya hispánica, sobre la primera circunnavegación del mundo por Magallanes y Elcano cuando se cumple el quinientos aniversario de la gran gesta ultramarina. Inéditos quedan aún los volúmenes destinados a reflejar las conquistas y avatares de la monarquía hispánica bajo los reinados de Carlos I y Felipe II, ese gran período áureo de nuestra historia, que, nos consta, el poeta tiene ya concluidos, más otro, titulado Los halcones del mar, dedicado a cantar la lucha de la marina española contra la piratería a lo largo de tres siglos, constituyendo todo ello una empresa de hondo calado histórico y literario, como no es frecuente encontrar por nuestras latitudes.

Pero claro: quien puede lo más, puede lo menos. Y así el presente libro, publicado por Ediciones Vitrubio, se abre con una reflexión del propio autor sobre esta escueta modalidad lírica de origen japonés, y la evolución existencial y social que dicha fórmula viene a experimentar en nuestras latitudes, de acuerdo con el pensamiento de Occidente. Un brillante prólogo del chileno Sergio Macías nos adentra en el personal tratamiento de esta forma lírica por Jorge Padrón, que, según Macías, «nos sorprende con quinientos haikus de honda y conmovedora belleza».

El poemario está dividido en cinco secciones: «Magia de la Naturaleza», «Sobre el amor», «Arte poética», «Pasos de la existencia» y «Presencia de la muerte». El conjunto nos ofrece una prieta y ahondada reflexión sobre la propia experiencia personal del poeta, desde la altura de su edad, sobre el amor, la vida y la creación, también sobre nuestro último destino.

En estas cinco series, muchos de estos poemas, sobre todo los dedicados a la contemplación del mundo natural nos ofrecen un clima lírico plenamente acorde con la atmósfera espiritual zen, muy afín a la tradición filosófico-religiosa del Oriente, es decir, son poemas escritos desde una perspectiva esencialmente contemplativa, de anulación de la propia conciencia personal ante la Naturaleza o el paisaje que el poeta tiene ante los ojos. Véanse algunos ejemplos: «Trota el caballo/con el sol en sus crines/y se hace de aire». // Almendros blancos/nievan de los ramajes/fugaces pétalos». // «Oscura noche/y en el tejado rojo/la luna esbelta». // «Cisne dormido/flotando a la deriva,/ebrio en su estela». «Ayer lucía/el bosque muy nevado/y hoy el almendro».

LA EXISTENCIA

Otras veces, la reflexión sobre la complejidad de la propia existencia nos impresiona con una pincelada de intensidad filosófica en la que se entrecruzan el amor y la muerte: «Sueño en volver/del polvo de la muerte/y hallarte viva». Y su contrario: «Has de morir/y toda tu belleza/no ha de salvarte». En esta serie Justo Jorge Padrón se confirma como un palpitante y auténtico poeta del amor, con una intensidad, a veces, estremecedora.

En la tercera serie, el molde del haiku le sirve para escanciarnos una serie de reflexiones de carácter metapoético, pero fruto vivo de su propia experiencia de escritor. La cuarta parte del poemario es la más compleja y variada, y nos ofrece diversas reflexiones, de cuño existencial, sobre la divinidad y el sentido de la vida. Para Sergio Macías, el poeta «plantea conmovedoramente la debilidad del ser humano, su fragilidad», con el consuelo, siempre solícito, de la Naturaleza. Otras veces aparece la duda y la zozobra existencial y teológica, que se expande en una dimensión panteísta o cosmica: «Dios de la noche,/eres el solo instante,/el infinito tiempo». Pero «La eternidad/es apenas más larga/que la existencia». En esta sección se intensifica el problemático horizonte espiritual del poeta, y su acezante interrogación desde la cima, literaria y vital, de su madurez: «Pasan los años/sin que Dios intervenga./Nadie retorna».Todo el misterio de la vida humana se concentra en hondos y vívidos estremecimientos: «¿Dónde estarán/aquellos que nos faltan?/Oh Dios ¿lo sabes?». Vocación y amor por la vida y angustia ante el dolor y la indefectible finitud: «Si el nacer daña/la muerte daña más./¡Oh vida, arrópame!».

Con curioso sesgo original, y no sin su trasfondo temporal, otras veces el haiku, en este caso dialogado (lo que no deja de ser plenamente innovador), está inspirado en una fulgurante anécdota personal: su encuentro casual con una senecta Greta Grabo en una librería de Estocolmo: «-Perdón, señora/¿Es usted Greta Garbo?/-Quizás lo fui».

Esta sección, con la siguiente, «Presencia de la muerte», son las más impresionantes, todas ellas envueltas por un aletazo de zozobra y misterio, que puede llegar a un íntimo escalofrío de ultratumba: «Bajo la lluvia/la muerte es invisible,/sólo la escucho». O este otro: «Seré una vez/un hombre que vivió/hace milenios».

Justo Jorge Padrón con este ramillete de lilas, o de haikus, o haikai en japonés, que vuelven a florecer entre sus páginas, logra una conmovedora meditación sobre la vida, el amor y la muerte, así como sobre la creación literaria, la poesía, que le sirve, y ha servido a lo largo de toda su vida, para dar testimonio y hacer definitivos una serie de trances existenciales de su biografía y hacérnoslos también nuestros, y que remata con el postrero: «Ya no hay espacio/más grande que el dolor,/ni quien lo calle».