Medardo Fraile ha muerto en su casa de Bishopbriggs, Glasgow, Escocia, poco después del amanecer del día 9 de marzo, mientras la luz invadía su dormitorio y los pájaros de su jardín se preparaban para su trino vespertino; lo ha hecho en silencio, como había llevado su vida, mientras escribía un nuevo libro de cuentos, festejaba el eco de la reedición de su única novela e iba a ver traducidos sus relatos al inglés en la prestigiosa Puskhin Press.

LOS NIÑOS DE LA GUERRA

El grupo generacional de los 50, los niños de la guerra, lo componían Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Alfonso Sastre, Josefina Rodríguez y Medardo Fraile. Conviven con la generación inmediatamente posterior a la contienda: Cela, Torrente Ballester, Zunzunegui, Cunqueiro, Fernández Flórez y Delibes, que procedía de un realismo tradicional, y encontraron una nueva percepción en la forma, en un sentido específico de la literatura. Los influjos estéticos recibidos por la generación del medio siglo provienen del compromiso sartriano, la actitud crítica de la generación maldita norteamericana y el neorrealismo italiano. Estos escritores no plantean una denuncia social o postulados políticos extremos, su preocupación se centra en la situación histórica del hombre que propicia una narración objetivista, testimonial, aunque no ignoran las injusticias sociales, y descubren los sentimientos de frustración, de soledad y desamparo en el ser humano. Revista Española , patrocinada por el erudito Antonio Rodríguez Moñino, convocó en sus páginas a casi todos los autores jóvenes de la época.

LOS AÑOS DE MADRID

Medardo Fraile nació en Madrid el 21 de marzo de 1925. En Madrid transcurrió su infancia y vivió la Guerra Civil; estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense y se doctoró en 1968. Sus comienzos literarios fueron teatrales, formó parte del primer grupo de vanguardia experimentalista de la postguerra, junto a Sastre, Paso y Costas, con los que fundó Arte Nuevo en 1945, dirigidos por José Gordón. En dos años, estrenaron veintitrés obras breves, cuatro de Medardo Fraile, destacando El hermano , el mayor de sus éxitos.

El grupo de amigos se matriculó en la Facultad de Filosofía en el curso 1946-1947, donde coincidirán con el resto de miembros de la generación, una amistad que se aglutinará en abundantes tertulias del Madrid tabernario y cafetero: Café Gijón, Café Lyon DIOr (La Ballena Alegre) o Café Teide. Los primeros relatos de Aldecoa y Fraile aparecen en La Hora, Alcalá, Clavileño, Ateneo, Correo Literario, Revista Española, Cuadernos Hispanoamericanos . Fraile redescubrió en esos días su vocación de narrador, que había iniciado a los cinco años en un banco de la calle Princesa de Madrid. El profesor y crítico Santos Sanz Villanueva afirma que "su obra narrativa refleja, en términos generales, una realidad exterior y (-) puede hablarse de un escritor testimonial". Sus relatos muestran un profundo sentimiento de tristeza, de nostalgia y de soledad, paliados casi siempre con humor. Alguna vez irrumpe la alegría, pero lo normal es que sus personajes padezcan una fuerte incomunicación y queden reducidos a un presente poco satisfactorio y limitado.

En 1954 aparece su primer volumen, relatos publicados en revistas de la época, Cuentos con algún amor , muestra de algunas de sus notorias características: la frase corta, sencilla, de notable adecuación al relato, una prosa descriptiva animada por el vigor de las imágenes, de estructura simple, narrado todo en tercera persona, aunque no se excluye la aparición esporádica de un narrador protagonista o testigo en primera persona. Irene Andrés--Suárez ha señalado la objetividad "como esa característica que supone un ocultamiento del escritor--narrador a favor de sus personajes; técnica que justifica la persona gramatical empleada". Es entonces cuando el lector conoce al niño, al viejo, al oficinista, al maestro, al dependiente, o a la criada, por lo que dicen en sus cuentos o por lo que dicen otros de ellos. En 1956 obtiene el prestigioso Premio Sésamo por La presencia de Berta , sus relatos y colaboraciones se suceden en revistas, Monteagudo (Universidad de Murcia), creada y dirigida por Mariano Baquero Goyanes y, sobre todo, en Agora , fundada por Concha Lagos en 1958, de la Fraile que sería subdirector. En 1959 se publicará su segundo libro, A la luz cambian las cosas , en la Colección Cantalapiedra, de Torrelavega (Santander), y el mundo narrativo característico del escritor madrileño se confirma: "Un realismo- ha señalado Sanz Villanueva- cuya anécdota se desvanece en favor de los problemas del individuo proponiéndonos un análisis psicológico sobre otros aspectos que rodean al personaje".

LOS AÑOS DE GLASGOW

"Una mañana me fui al Ministerio de Asuntos Exteriores y un poco neurasténico de no sabía qué, quizá de todo, solicité un lectorado en Europa (...) Poco después surgió Southhampton y, sin pensarlo dos veces, hice la maleta y me fui". Esto ocurría en 1964, y allí permaneció durante tres años. Desde su llegada a Inglaterra, Fraile escribe nuevos relatos, Cuentos de verdad (1964), Premio de la Crítica al año siguiente. En 1967 se trasladaría a la Universidad de Strathclyde, en Glasgow, Escocia, donde ha visto reediciones de su obra y ha escrito la mayor parte de ella: Descubridor de nada y otros cuentos (1970), Con los días contados (1972), Ejemplario (1979), la edición de los Cuentos Completos (1991), todos sus relatos hasta el momento, y veinte cuentos más que habían aparecido en publicaciones periódicas, después Contrasombras (1998) y Ladrones del Paraíso (1999). La gran innovación de Fraile ha consistido en la creación de un tipo de cuento distinto y ajeno al realismo social de los años 50. Su preocupación literaria por el hombre como ser individual le apartaría de la problemática histórica y colectiva del momento sin que por ello neguemos su ausencia social o ética en la vida de esos años. Algo tardíamente publicó Autobiografía , en 1986, su primera y única novela, que ahora reedita Menoscuarto con el título de Laberinto de fortuna (2012), recuerdos de su infancia anteriores a su época de colegial, aunque el lector percibe un relato eminentemente novelesco, nunca resulta autobiográfico a lo largo de sus páginas, porque el narrador no intenta contarnos su vida, sino que utiliza ésta para construir una novela, es decir, una obra literaria que se sostiene por sí misma.

De sus casi cuarenta años de estancia en Inglaterra ha dejado constancia en varios libros. La penúltima Inglaterra , publicado en 1973, recoge las impresiones de un español en aquel país; un conjunto de artículos sobre la realidad británica con peculiaridades y páginas repletas de humor, de resignación, de repulsa, de incomprensión y asombro. El libro fue ampliado en La familia irreal inglesa (1993). María del Pilar Palomo ha señalado el carácter de texto único en toda la obra de Fraile y de su trasvase genérico de cuanto escribe, tanto en los artículos como en los cuentos o ensayos, porque el escritor parte en todos del mismo estímulo, un elemento mínimo o biográfico, una sensación experimentada, un episodio vivido o contemplado que él convierte en comunicación. En 1988 publica Entre paréntesis , una antología de artículos sobre la realidad española, sus inquietudes y la visión que le otorga la lejanía escocesa. Cierta denuncia de una amoralidad, de una corrupción social se transparenta en los casi cien artículos reunidos en Documento nacional (1997), libro de protesta y testimonio que alude a la identidad personal del autor, y a la variable circunstancia en la que han vivido y viven los españoles en la actualidad.

LOS CUENTOS

"Los cuentos de Fraile constituyen--ha escrito López Rueda-- uno de los conjuntos narrativos más valiosos de la segunda mitad del siglo XX en España, y, por otra parte, un testimonio imprescindible de lo vivido por las mujeres y los hombres de la generación de los niños de la guerra". Sus relatos surgían "bellísimos, implacables, finos, perfectos, es decir acabados --escribe Josefina Rodríguez de Aldecoa en su antología Los niños de la guerra --; eran como tesoros, tan ajenos a los modos y modas sociales, no sociales (...) Cuando leíamos sus cuentos (...) teníamos sensación de extrañeza, en el sentido de una originalidad, diferencia, peculiaridad literaria difícil de encontrar". Fraile se había propuesto escribir, desde siempre, un tipo de cuento que trascendiera la anécdota, el cuento concebido de esta forma se sitúa en el extremo mismo de la expresión narrativa donde no cabe error posible. Su cuentística, de hace cincuenta años tan actual como ahora, oscila entre el realismo de Chejov y el minimalismo sucio de Carver. "Los cuentos se acercan (...), más que a la historia , a la confidencia fugaz angustiosa o ilusionada, al timo de la entrega, al ser del hombre, al último reducto humano de esperanza o protesta, a la euforia o frustración colectiva, al momento raro, pero real, a la soledad pensante al servicio de todos", teorizaba Fraile en una nota "Al lector" en su tercer libro Cuentos de verdad . En Más de cien cuentos en busca de su autor (1994), cita seis aspiraciones para su narrativa: "un estilo llano y natural, la carencia de un artificio --tanto en el lenguaje como en la escritura--, la brevedad ("cuanto más cuento, más breve"), la humanidad y sensibilidad en el tratamiento del tema, unidad de fondo y forma, y amenidad". En palabras de Manuel Cerezales, los materiales que emplea el autor para construir sus cuentos son "situaciones, escenas, tipos, que pueden ser observados por cualquiera en el discurrir de la vida corriente. Y en el centro, siempre el alma humana...". Los aspectos sociales de sus relatos testimonian una realidad circundante que está exenta de consignas ideológicas y, más que nada, obedecen al sentimiento humano apuntado. Sus personajes son solidarios; pertenecen a una clase media modesta urbana, aunque otras veces escribe sobre obreros y campesinos en un medio más rural; son seres que afirman su singularidad y su autenticidad, su lucha por la libertad, siendo conscientes de que sólo la verdad los hace libres. Los temas más anodinos e insignificantes interesan y logran un perfecto equilibrio en su composición y en el lenguaje empleado. El monólogo interior favorece la carga psíquica de los personajes.

La precisión expresiva, la sobriedad, su capacidad para sugerir, como hemos señalado, el ritmo de su prosa, son las características de un estilo a la hora de definir sus recursos formales. "Descripciones sugestivas, coloristas --ha señalado Andrés-Suárez--, riqueza de símbolos, multiplicidad y singularidad de metáforas y comparaciones, se convierten en verdaderos estímulos que despiertan en el lector sus sentidos y transmiten las sensaciones y las emociones deseadas". Contrasombras (1998) , veintinueve nuevos cuentos, con temas recurrentes en su obra, una mera anécdota sublimada, hechos de apariencia trivial, recuerdos de melancolía inevitable, historias de soledad y decadencia. La libertad es lo que pregonan las buenas y pobres gentes de Ladrones del paraíso (1999), meros aprendices en el arte de sobrevivir, unos delincuentes "voluntarios e involuntarios", de ciudades tan dispares como Madrid, Murcia, Nueva York o París, que protagonizan las raterías de ladrones de poca monta, y el humor y la ironía traspasan la crítica implícita en estos relatos. Años de aprendizaje (Caracas, 2001) es una antología de sus mejores cuentos en una editorial venezolana. Sus Cuentos Completos (Páginas de Espuma, 2004) recogían la totalidad de su producción hasta el momento, y su último libro de cuentos publicado, Antes del futuro imperfecto (2010), cuya temática o propuesta inicial se concreta en el ámbito académico que el madrileño había recogido en su obra anterior de una manera magistral. El volumen queda dividido en dos partes, Los cuentos de las aulas , doce en total, y la segunda parte, bastante más amplia, titulada Fuera de sí , que recoge veintidós cuentos y dos microrrelatos que presuponen la constante preocupación de su autor por manifestar una evidente evolución en su escritura.

Adiós, Medardo, echaremos de menos tus colaboraciones en Cuadernos del Sur, esas Rayas en las que destilabas sabiduría.