El casi centenario reloj de la Plaza Nueva de Lucena está parado desde hace unos días. Se trata de una parada programada --casi obligada-- para poner a punto su vetusta maquinaria y reponer alguna pieza que comienza a notar el peso y el paso del tiempo.

El objetivo no es otro que garantizar que el reloj, fabricado en tierras catalanas, en los talleres de la prestigiosa familia de relojeros Blasco, siga dando la hora oficial de la ciudad durante muchos años más. La parada técnica durará entre 10 y 15 días, los que el relojero que durante años se ha encargado de su mantenimiento, Joaquín Vigo, emplee en concluir la reparación de lo que él considera "una joya que pocos lucentinos conocen y que constituye, por su calidad y antigüedad de casi un siglo, una máquina casi única en Andalucía".

El carillón del ayuntamiento comenzó a marcar los tiempos de la ciudad en 1928 y ha sido desde entonces testigo de mil y una historias, desde su posición dominante sobre la Plaza Nueva, centro neurálgico lucentino y lugar de las principales celebraciones locales. Es un carillón de cuatro esferas y ocho disparos reversibles. Según comenta Joaquín Vigo, hace años que el taller en el que fue realizado pasó a la historia, aunque algunos descendientes de la familia Blasco continúan trabajando de forma esporádica para realizar alguna que otra pieza de los carillones repartidos por media Europa durante decenas de años de primoroso trabajo.

En el caso del reloj de Lucena es su cuidador, Joaquín Vigo, quien en más de una ocasión se ha encargado de fabricar las piezas que se van desgastando, un trabajo artesanal y meticuloso que también realiza para otros relojes centenarios andaluces, con el cariño de quien se sabe poseedor de un secreto casi mágico, capaz de devolver el movimiento a la compleja maquinaria de estos viejos relojes monumentales.