"Misión cumplida". Estas eran las palabras del capitán de la cofradía de la Virgen de Luna de Pozoblanco, Juan García, poco después de que a las 8.44 horas de la mañana de este domingo los miembros de la junta directiva de la cofradía mariana depositaran la imagen de la alcaldesa perpetua de Pozoblanco sobre el altar de su santuario en La Jara, en plena dehesa de Los Pedroches.

Se ponía fin de este modo a un traslado histórico de la imagen de la Virgen que ha removido toda la tradición en torno a esta fiesta por las normas impuestas por las autoridades ante la pandemia del coronavirus. Se pretendían evitar aglomeraciones de fieles para evitar contagios. Se buscaba la mayor discreción posible y llevar a la Virgen con la máxima dignidad y se consiguió. La situación que se ha vivido este año, según el capitán de la cofradía, no se recuerda en la historia de la fiesta mariana. El mando afirmó que, según sus datos, la tradición en el traslado solo se ha roto, además de este año, en dos ocasiones, una en el año 1936 por la Guerra Civil y en otra ocasión en la década de los 60 por inclemencias meteorológicas, y en ambos casos se trasladó en un vehiculo a motor.

Dos minutos antes de las cinco de la madrugada se abría la puerta del Santísimo de la iglesia de Santa Catalina y desvelaba así el secreto mejor guardado por la cofradía durante las jornadas previas al traslado: la hora y la carreta que iba a portar a la Virgen hasta su santuario.

A pesar de que la cofradía había barajado la posibilidad de utilizar distintos medios de transporte, al final se optó por la carretera rociera que utiliza la hermandad del Rocio de Córdoba. Una carreta tirada primero por una mula a la que a mitad de camino se le unió una segunda para ayudarle a tirar. La hora de salida, horas antes de su horario habitual, impidió la aglomeración de fieles a la salida y al paso de la Virgen por las calles del municipio. Tan solo una treintena de fieles, jovenes en su mayoría, guardando las distancias de seguridad y con mascarillas, presenciaron la salida.

La imagen inició su andadura en medio del silencio de la madrugada, roto solo por los cascabeles de las mulas y el ruido de las ruedas de la carreta subiendo la popular calle La feria para girar por Herradores y llegar al Arroyo Hondo, desde donde emprendió el camino de regreso a su santuario escoltada por varios vehículos de la Policía Local y la Guardia Civil. Por las calles de Pozoblanco, muy pocos vecinos -sin el redoble del tambor ni disparos al aire que anunciaran lo que estaba ocurriendo como año tras año manda la tradición- se percataron de lo que estaba sucediendo en sus calles. Los que sí lo hicieron se asomaron a las ventanas para guardar en sus retinas unas imágenes que esperan no se vuelvan a repetir pero que guardarán en su memoria como un hecho sin parangón.

La despedida oficial tuvo lugar al término de la eucaristía del triduo de despedida celebrada a las nueve de la noche del sábado en la que el alcalde, Santiago Cabello, le retiró el bastón de alcaldesa y una de las camareras las llaves de los sagrarios de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba.

La imagen quedó custodiada por miembros de la cofradía hasta las cinco de la tarde, cuando fue entregada a representantes de la cofradía de Villanueva de Córdoba, a donde será trasladada este lunes.