Inmaculada Muñoz y Tomás Navarro no se conocían hasta que Diario CÓRDOBA los reunió ayer para conmemorar que hoy es el Día Nacional del Trasplante. Sin embargo, comparten varias cosas en su vida. Ambos son enfermeros, ejercen en el hospital Reina Sofía y necesitaron un trasplante renal, en el caso de Inma hace 25 años y en el de Tomás hace 14. A estos dos cordobeses recibir un trasplante no les ha impedido continuar trabajando, ya que esta intervención que ha supuesto una segunda oportunidad de vida para miles de personas trasplantadas en el hospital Reina Sofía desde 1979, no tiene por qué ser incompatible con la realización de determinadas actividades laborales.

Inmaculada Muñoz sufría una enfermedad renal desde los 12 años, edad en la que se trasladó desde Pozoblanco, su localidad de nacimiento, a vivir a Córdoba. Sin embargo, ella indica que su dolencia no fue un obstáculo para estudiar ni hacer lo normal de cualquier niña en su infancia. Fue a partir de los 17 años cuando su función renal comenzó a alterarse.

Inmaculada, que ahora tiene 56 años y dos hijos (la segunda estando ya trasplantada), estudió enfermería, se casó. Pero en 1993, tras dos años en diálisis, necesitó un trasplante. Solo estuvo de baja un poco de tiempo debido al injerto, pero incluso durante la diálisis nunca dejó de trabajar. Desde que acabó la carrera encadenó contratos en diferentes lugares, hasta que se vinculó al centro de especialidades de Avenida de América. Cuando cerró este edificio, pasó al Carlos Castilla del Pino, donde ejerce ahora en sus consultas.

Esta enfermera asegura que nunca se planteó cuando la trasplantaron la jubilación por enfermedad, porque cree que toda persona a la que su salud se lo permita y tenga oportunidad debe trabajar. «Cuando te trasplantas pasas a considerarte una persona sana. Trabajar, relacionarte con otras personas, hacer deporte, te ayudan a sentirte mejor y a aumentar tu autoestima», expone Inmaculada.

Un pensamiento positivo similar es el de Tomás Navarro. Tomás, natural de Castro del Río, trabaja como enfermero en las consultas externas del Reina Sofía. Tomás, que tiene ahora 49 años, recibió un trasplante de riñón-páncreas en el 2005, sin llegar a necesitar diálisis. Este enfermero sufría una insuficiencia renal desde 1988 y en 1990 le diagnosticaron diabetes, que le obligaba a continuos ingresos, por lo que con apenas 25 años le aprobaron la invalidez total absoluta. «De tanto estar en el hospital me empezó a gustar el mundo sanitario. Solo tenía el graduado escolar, así que decidí primero prepararme auxiliar de enfermería, luego técnico de rayos y de ahí inicié la carrera de enfermería, que me coincidió con el trasplante. Soy una persona muy activa y no me importó empezar desde cero. He ejercido en urgencias y he hecho guardias de 24 horas. También hago promoción de la donación junto a la asociación Alcer, porque sin ese gesto generoso hoy no tendría la oportunidad de tener esta vida, de contar con buena salud y con un trabajo». resalta Tomás.

Balance del 2019

En lo que va de año, el hospital Reina Sofía acumula 68 trasplantes de órganos, gracias a 16 donaciones, y en Andalucía han sido 221 injertos. En concreto, en Córdoba han sido 32 de riñón; 23 de hígado (uno infantil); 2 de corazón; 8 de pulmón; 2 de páncreas combinado con riñón y 1 de páncreas solo.