Existe una especie de magia que hace que, contra todo pronóstico, las cosas que deben salir bien, salgan por más que la adversidad se conjure en su contra. Después de un día pasado por agua que hacía prever lo peor para la jornada de hoy, la visita del jurado y la inauguración de las seis instalaciones del Festival Internacional de Flores de Córdoba, la segunda edición ya de Flora, ha tenido lugar bajo un sol primaveral y unas temperaturas ideales para recorrer las callejuelas que conducen de un patio a otro.

A primera hora de la mañana, cuando los jueces aún andaban recorriendo los espacios para tomar nota de cualquier detalle que marcara la diferencia, se empezaron a ver las primeras colas de público ansioso por ver las obras de arte floral de este año. No en vano, el retraso que se produjo en algún patio, como el de Orive, ocupado por el asteroide caído del cielo que ha creado la cordobesa Lola Guerrera, produjo la impaciencia de algún que otro espectador. "No hay derecho", se quejaba amargamente una señora, por un cuarto de hora largo de espera que achacó inmediatamente al Ayuntamiento y a los medios de comunicación, la percha de las guantás en estos casos, porque a marchas forzadas unos cámaras andaban grabando antes de abril las obras.

Más allá de las anécdotas, la apertura de puertas provocó en los patios el consabido oooooh del público, en el que siempre hay opiniones para todos los gustos. Frente al turista extranjero, más indulgente en sus juicios, ante la imposibilidad de comparar con otras ediciones, los locales, siempre muy críticos con todo lo que pasa en la ciudad, andaban ya con la odiosa comparativa por bandera. "A mí el año pasado me gustó más, ni punto de comparación", escuché a dos señoras, al finalizar el recorrido por las seis, dando como favoritos los patios de Mark Colle, el parque abandonado donde se oye el grito de mil y un niños en Mateo Inurria y el de Diputación, obra de la rusa Natalia Zhizhko (cuya instalación se titula precisamente Here comes the sun, Aquí viene el sol), por su originalidad y su colorido.

Otros de aquí, enamorados del verde, alabaron el resultado sobrio del jardín inglés ideado por Carly Rogers, muy acorde también a la obra de Lola Guerrera, ensombrecida en un día tan soleado por el necesario toldo con el que ha sido cubierta en caso de lluvia.

El patio de Sherlovell Yu, al fondo de Viana, también ha recibido elogios, no solo por el diseño sino por el efecto musical que produce el agua en su recorrido por la fuente, ese elemento que él mismo tenía intención de destacar.

El impulso de la pasión de Hideyuki Niwa, impactante también, recuerda mucho a la obra ganadora del año pasado, si bien hay quien admite con razón que "en ese patio casi cualquier cosa parece una joya enmarcada".

Cierto es que este año el presupuesto es algo menor, unos 100.000 euros, y que de ocho patios hemos pasado a dos, lo cual no resta belleza a las obras ideadas por los artistas, aunque algunos se hayan quedado con ganas de más. Eso es bueno.

Ya solo queda saber qué habrá sacado en conclusión el jurado, que esta tarde, a las 19.30 horas, deberá emitir su veredicto. La suerte ya está echada. Ahora solo queda disfrutar del resultado. Y que la lluvia no haga demasiados estragos. Hasta el 28 de octubre, el telón sigue abierto. Pasen y vean.