Si ese pájaro en el parque periurbano de Los Villares supiera la de kilómetros que recorren algunos humanos para fotografiarlo, entre otros muchos sacrificios que también terminan recompensados como el pasar horas de espera en el hide bajo el sol cordobés, en lugar de comer insectos, arañas, orugas y pequeños frutos podría almorzar junto a sus polluelos a mesa y mantel toda su vida en el mejor restaurante de Córdoba. Pero como la pareja de oropéndola fotografiada en Los Villares no tiene mánager, y además está más que contenta con su dieta de bichos y semillas, sigue ajena al revuelo que han formado sus imágenes en el selecto pero cada vez más amplio grupo de los amantes de la fotografía ornitológica en España.

El caso es que aficionados desde Bilbao, Alicante e incluso Lisboa han llegado, desde mediados de junio hasta los últimos días, para captar al menos una imagen del que, valga el símil, es para los entendidos el Santo Grial de la fotografía ornitológica. «¿Un simple pájaro amarillo?» Diría el no iniciado. Pues sí… Pero no. Se trata de un ave (oriolus oriolus) de 24 centímetros de longitud y 45 de envergadura, de vuelo rapidísimo, que vive en el África Tropical y que solo viene a España a criar al principio del verano. Son tremendamente territoriales y agresivas (llegan a enfrentarse a sus depredadores, halcones, búhos o serpientes) y sobre todo… extraordinariamente esquivas. Todo eso hace que captar una imagen de la oropéndola valga para algunos toda una vida de afición a esta actividad, explica el fotógrafo y naturalista Alfonso Roldán.

Por ello, y sobre todo tras correrse la voz de la presencia de esta pareja de ejemplares, el hide (observatorio oculto) del parque periurbano de los Villares no ha parado desde el inicio de esta temporada de verano en la que, hay que recordar, es fácil disfrutar de la afición sin ponerse en riesgo y manteniendo todas las medidas preventivas contra la pandemia.

Pero es que además de la oropéndola el hide de Los Villares ha permitido captar en las últimas semanas imágenes de tres decenas de especies en apenas cuatro horas de acecho con la cámara. Por no hablar de otras instalaciones en la Sierra de Córdoba que han dado pie para fotografiar al también rarísimo alzacola. Todo un lujazo si se tiene en cuenta que el turismo que impulsa la fotografía ornitológica es uno de los de mayor poder adquisitivo del sector; el gasto en equipos, desplazamientos y alojamientos no tiene comparación y respecto a la pasión que genera en Europa y poco a poco en España… es otro mundo.

Un ejemplo: en el Reino Unido, fotografiar pájaros en la naturaleza es el paradigma de toda buena jubilación y hasta hay una larga serie de chistes al respecto. Algo así como nuestro tópico de dar de comer de mayor a las palomas, aunque mucho más elegante, activo y gratificante.

Poco menos se puede decir de esta afición en Francia, Holanda, Bélgica, Alemania… un interés que deja chico los mencionados términos «afición» y «pasión», ya que tiene que ver en muchas ocasiones más con algo espiritual, religioso e incluso con una obsesión personal. En Córdoba también va calando la afición y, por ejemplo, ya se están llenando las reservas para la actividad de senderismo con rapaces nocturnas programada para el 1 de agosto en el parque periurbano.

Sin ir más lejos, ahí está la sorprendente Feria Internacional Ornitológica de Monfragüe, en la que cualquier visitante no iniciado alucina en Extremadura con la oferta de expositores de firmas tecnológicas, hosteleras, de asesoramiento y seguros… Una pasta por todas partes. Y sobre todo, una invitación a imitar iniciativas semejantes en Córdoba. Lo más difícil, que es materia prima como la esquiva oropéndola, ya está. Y eso no pueden decirlo muchos en el mundo.