¿Qué pasaría si, de un día para otro, dejaran de llegar inmigrantes, si España, con unos índices de natalidad que caen en picado, dejara de recibir extranjeros? Según el investigador del IESA Manuel Trujillo, «pasaría lo que ya está ocurriendo en Córdoba». Según el censo del Instituto Nacional de Estadística, en la provincia de Córdoba viven algo más de 788.000 personas de las cuales solo un 2,5%, algo más de 20.000, son extranjeros. «En Córdoba, apenas hay inmigrantes y cuando eso ocurre, el resultado es que la natalidad desciende hasta llegar a índices de decrecimiento poblacional como el que estamos viviendo ahora». La situación se complica cuando a la baja inmigración se une la elevada emigración de los individuos que están en edad de procrear.

Pero ¿por qué los inmigrantes que llegan a Córdoba no se quedan aquí? «Muchos jóvenes de la provincia se están marchando a otros países de Europa por falta de oportunidades laborales y lo mismo ocurre con los inmigrantes, tampoco se asientan por la falta de empleo», explica el investigador. La conclusión es que la presencia de inmigración es reflejo de una sociedad próspera cuyo mercado laboral es capaz de absorber a personas de otras latitudes. «La inmigración está ligada a las posibilidades de empleo en el destino y la natalidad, al empleo estable y de calidad», explica Trujillo, que recuerda que «cuando esas condiciones no se dan y además no hay medidas de conciliación, las mujeres retrasan la edad de la concepción y en muchos casos se abandona la idea».

En una sociedad como la occidental, en la que el estado del bienestar garantiza la supervivencia y una pensión al final de la vida laboral, según Trujillo, lo normal es que las familias tengan cada vez menos hijos «porque ya no son una necesidad para subsistir y porque los hijos tienen un índice de supervivencia muy elevado, nada que ver con otros periodos en los que muchos morían». Por contra, la inmigración representa una inyección importante al crecimiento vegetativo porque «incorpora personas jóvenes en edad fértil» y que además «mantienen patrones culturales de países menos desarrollados, con mayores índices de mortalidad infantil, en los que aún persiste la mentalidad de tener más hijos». La inmigración es por tanto, una garantía frente al despoblamiento.