¿Por qué nacen cada vez menos niños en Córdoba? ¿Es una decisión forzada por las circunstancias o una elección de vida? ¿Qué hacer ante el envejecimiento progresivo de la población? Cada vez que se presentan los datos de natalidad surgen todas estas preguntas, pero ¿estamos ante un fenómeno nuevo? Según el sociólogo experto en demografía de la Universidad de Granada Joaquín Susino, no. «La fecundidad (número de hijos por mujer) en España es persistentemente baja desde hace treinta años», explica, «empezó a caer en 1978 y no solo porque se regularizara la venta de anticonceptivos sino porque se produjo un cambio de mentalidad».

El fenómeno se llama segunda transición demográfica, indica, «algo que llegó a los países mediterráneos como España y Portugal de forma tardía y que se vincula a toda una serie de cambios familiares y de valores». Isabel García, socióloga del IESA, coincide con Susino en este análisis. «Entre los años 60 y 70 la fecundidad empezó a caer por factores como el acceso a los anticonceptivos, el acceso de la mujer al mercado de trabajo y un cambio de valores muy significativo que hace que las mujeres cada vez tengan menos hijos».

En opinión de Susino, «no es que la gente tenga menos hijos porque no tiene un trabajo estable, ha habido crisis económicas importantes con un efecto mínimo en la natalidad, eso incide relativamente, lo que ocurre es que la mujer posterga la maternidad porque tiene otras prioridades vitales y cuando se da el paso, a veces surgen problemas de fertilidad o la mujer no encuentra al padre adecuado». El cambio hacia una sociedad más laica, en la que los hijos no llegan cuando Dios quiere sino cuando la mujer (y su pareja, si la hay) lo decide, también tiene efectos sobre la maternidad.

Según García, «la mujer se enfrenta a la discriminación estadística en el ámbito laboral, que implica que en edad fértil, una mujer tiene menos probabilidad de ser contratada por una empresa ante la idea de que pueda tener familia, la baja maternal o la idea de que ella será quien asuma los cuidados del hijo, tenga o no pareja». En su opinión, muchas mujeres no tienen más hijos o no los tienen antes «no por decisión propia, sino porque no pueden». Un dato que se apoya en las encuestas sobre expectativas de maternidad.

En los últimos años, a esa caída de la natalidad se suma el aumento de la mortalidad. Según Eduardo Moyano, sociólogo del IESA, «el dato más importante en términos sociales y económicos es que se acentúa el envejecimiento de la población». El hecho de que la diferencia entre nacimientos y defunciones haya aumentado más del doble (-598 a -1.301), añade, es significativo de esa tendencia. A eso hay que sumar el factor esperanza de vida, que hace que cada vez los mayores vivan más años.

Según Susino, «la mortalidad no ha aumentado, al contrario, los mayores viven más años y precisamente por eso mueren más, porque hay más mayores que nunca». El problema del envejecimiento y la baja natalidad, según Moyano, debe llevar a adoptar distintas medidas como «reformar el cálculo de la pensión, promover la natalidad con políticas sociales de conciliación o incrementar la población cotizante con la llegada organizada de población inmigrante», señala, «además de potenciar las políticas de dependencia y los programas de acompañamiento a mayores».

«Las mujeres que nacieron en los 70 ya no están en edad fértil y de los 80 en adelante nacieron menos niños, luego hay menos jóvenes que en décadas previas», explica Susino. Ante esta realidad, lo que está claro es que Córdoba necesita incorporar personas en la franja intermedia de la pirámide, jóvenes en edad de trabajar y de procrear. Las visiones ante esto no son unánimes.

Mientras Moyano y García abogan por promover un cambio cultural «que cree un clima en el que tener hijos se vea como algo positivo y no como una carga», con políticas públicas que incentiven la conciliación, Susino considera que hay que abrir las puertas a la inmigración. «En el resto del mundo hay muchísimos jóvenes deseando venir para acá», afirma, «la baja natalidad sería un problema si no hubiera personas fuera queriendo venir, pero si las hay, la solución a la falta de jóvenes está clara».