Los datos son demoledores. Según la Encuesta de Población Activa, a finales del 2020 la tasa de paro de las mujeres alcanzó en Andalucía el 27,3%, ocho puntos más que la de los hombres (19%). A esa brecha se suma la salarial. Las mujeres cobran un 21,6% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo y concentran el triple de contratos a tiempo parcial que sus compañeros. Ante ese panorama, hay mujeres empeñadas en labrarse su futuro que se reinventan a diario, convirtiendo las crisis en oportunidades. Es el caso de Maha Kachma, Luci Mbete, María Dolores Martín, Arysleida Guerrero y Yolybert Sánchez, cinco mujeres de nacionalidades distintas afincadas en Córdoba (una marroquí, una keniata, una cordobesa, una dominicana y una venezolana) que han creado la cooperativa En Femenino. «Queremos sacar de la economía sumergida un trabajo feminizado como es el de la limpieza aportando nuestras cotizaciones a la Seguridad Social y desde la legalidad», explica Yolybert, refugiada venezolana profesional de Administración en su país que trabaja junto a otras cinco socias en esta empresa de interés social que ofrece servicios de limpieza integral en diferentes instalaciones, lavadero de coches a mano y lavado de tapicería del hogar.

El lavadero, instalado en un local de la avenida Gran Vía Parque, está sirviendo de altavoz desde que empezó a funcionar el pasado mes de enero. «Llevábamos tiempo trabajando en este proyecto con la ayuda de la asociación Mujeres en Zona de Conflicto y Faecta, pero teníamos un local donde íbamos a abrir hasta que se cruzó la pandemia, lo perdimos y tuvimos que buscar otro».

Buena respuesta

Lo bueno de la cooperativa, según sus integrantes, es que todas son al mismo tiempo jefas y empleadas, lo que les obliga a estar implicadas al cien por cien en el negocio. «Te quitamos los tornillos para limpiar debajo», bromean, para describir el esmero con el que cuidan cada detalle. «La gente está respondiendo muy bien, no nos podemos quejar, no solo en el lavadero de coches sino que ya tenemos algunos trabajos de limpieza de oficinas y en asociaciones». De las cinco socias que componen la plantilla, dos son encargadas de la limpieza integral en instalaciones y del lavadero de coches y tapicerías, otra lleva la cuestión administrativa y la quinta se encarga del plano comercial y de comunicación.

María José Aranda, de peluquera a camionera. Foto: A.J. GONZÁLEZ

María José Aranda tiene 38 años y ha sido peluquera durante casi veinte años. Durante la pandemia, la peluquería en la que trabajaba la dejó en ERTE y cuando se reincorporó empezaron a surgir problemas en el trabajo que le hicieron reconsiderar su perspectiva laboral. «Mi pareja es camionero de larga distancia, así que lo hablamos y decidí sacarme los carnets para convertirme en segunda conductora». En unos meses, se preparó los exámenes y obtuvo los permisos de camión, tráiler, remolque y mercancías peligrosas. «Empecé a prepararlos en verano online y en diciembre me saqué los dos a la primera», comenta, luego el certificado de conductores y en enero se embarcó en su primer viaje. «Me fui con él a Polonia y me encantó», confiesa, «estoy deseando volver a conducir». María José y Luis tienen claro que las mujeres están tan capacitadas como los hombres para conducir. «En España, aún hay muchos prejuicios en ese sentido, cuando sales a Europa ves a muchas camioneras mujeres», comenta ella, madre de dos hijos de 13 y 11 años de una relación anterior que suponen el principal hándicap para trabajar. «Antes de volcarme en esto, tengo que organizar qué hacer con ellos, en eso las mujeres siempre tenemos un extra frente a los hombres».

Cristina Arrebola, policía local. Foto: A.J. GONZÁLEZ

Cristina Arrebola no ha tenido que cambiar de profesión durante la pandemia pero sí ha tenido que reinventarse en su nuevo destino, Córdoba capital. Se inició en Montalbán, donde fue la primera y única mujer policía casi diez años. «Me costó hacer comprender a la gente del pueblo el principio de autoridad, los hombres no entendían que una mujer joven vestida de uniforme les dijera lo que tenían que hacer», comenta, «la jefatura que encontré al llegar tampoco me lo puso fácil, tuve que abrirme camino sola», recuerda. Hija única de padre policía local, nieta de guardia civil y sobrina de policía nacional, su sueño era seguir la tradición familiar y obtener plaza en su ciudad. Para conseguir puntos, estudió Criminología, acumuló 3.000 horas de cursos, docencia, publicaciones... hasta que pudo optar al traslado. Cuando empezó la pandemia, aún estaba en Montalbán. «Allí hemos vivido momentos complicados, sobre todo al principio, porque la gente tuvo que adaptarse a una nueva realidad que, para empezar, había que creerse», señala, «en un pueblo hay menos efectivos y controlar a 4.700 habitantes con cinco policías cuesta mucho». Cristina ha vivido en primera persona el machismo, pero su salto a la ciudad le ha ofrecido otra perspectiva. «Yo siempre he tenido claro lo que quería ser y no me he planteado en ningún momento que no pudiera hacerlo por ser mujer», comenta, «animo a las mujeres a ser policías, hay muchos estereotipos que hay que romper porque las mujeres somos tan válidas como los hombres para este trabajo». Aunque en Córdoba capital ha encontrado otras compañeras, solo representan el 10% de la plantilla. «Estoy en el equipo de Atestados, con los accidentes de tráfico, controles de droga y pruebas de alcoholemia, mitad en dependencias y mitad en la calle», explica, «estoy aprendiendo muchísimo, esto es otro mundo, estoy muy contenta», señala. Exhausta del trabajo en el pueblo y de la lucha por conseguir la movilidad, no descarta que de aquí a algún tiempo empiece a pelear por el ascenso. Abran paso.