Mujeres resistentes, esposas de clase trabajadora, currantes anónimas, generosas, madres abnegadas y abuelas voluntariosas. Una legión de mujeres mayores de 65 años sobrevive en Córdoba con ingresos mínimos estirando el presupuesto para ayudar a los hijos en caso de necesidad. Algunas ni siquiera sabían de números antes de quedarse viudas y han aprendido a administrar su nueva realidad. «Toda la vida trabajando dentro y fuera de casa y, al final, te queda una paga que es una miseria».

Rafaela Gómez lleva 30 años viuda y cobra 677 euros, la pensión mínima de viudedad prevista para mayores de 65 años. «Empecé a trabajar con 12 años y he trabajado como una loca toda la vida en casas, por horas, pero nunca me dieron de alta y, claro, eso no consta en ninguna parte». Se quedó viuda cuando su hija menor aún tenía ocho años y tuvo que buscarse la vida «echando más horas que un reloj» para subsistir con la pensión de viudedad que le quedó. «Mi marido trabajaba en la construcción y cuando murió tuve que sacar adelante sola a mis cuatro hijos -explica-. Ahora tengo las rodillas destrozadas de fregar tantas escaleras». En su opinión, una pensión de 677 euros es «insuficiente» y anima a «cualquier ministro a intentar sobrevivir un mes con ese dinero y ver cómo se las apaña». No tiene gastos de vivienda, pero sí facturas de suministros de la luz, el gas, el teléfono que llueven cada mes, «y luego están los extras como el seguro de los muertos, el dinero que más me cuesta dar», confiesa. Pese a las estrecheces, no ha dudado en sacar «de debajo de las piedras» para ayudar a sus hijos cuando les ha hecho falta. «Si te vienen y te dicen: ‘Mamá, ¿tienes?’, te lo quitas de lo que sea para echarles una mano».

Francisca Laguna, madre de dos hijos y ama de casa durante toda su vida, lleva 12 años viuda y cobra algo más de 600 euros. «Mi marido era autónomo, tenía una peluquería de caballeros, y aunque cotizó un montón de años la pensión es más baja -explica- .Yo llego a fin de mes porque, gracias a Dios, ya pagué mi casa y porque vengo a comer al centro de mayores todos los días y como tengo más de 80 años y me han dado la tarjeta dorada solo pago por la comida 2,5 euros». Al igual que el resto, los extras que vienen a veces como el seguro del hogar o el recibo de la contribución supone un descabalgue en el presupuesto. «Yo no salgo mucho por no gastar y viajar, lo poco que he viajado, fue con mi marido».

Ángela Sánchez lleva 8 meses viuda. «Me he pasado toda la vida trabajando como un mulo para pagar porque mi marido, que era platero, estuvo muchos años en el paro y no me quedó otra que ponerme a fregar escaleras, claro está, sin cotizar nada de nada». Hace unas semanas que salió por primera vez en su vida de Córdoba. «Mi hermana me pagó un viaje a Madrid y parecía que estaba en otro planeta», asegura. Ahora cobra una pensión de unos 700 euros. «Cuando mi marido se puso malo, malvendí mi piso, que estaba en planta alta y compré un bajo, y ahora me piden 2.500 euros para poner ascensor, no sé de dónde lo sacaré, no tengo subvención porque no vivía ahí cuando la pidieron, pero con lo mal que yo lo pasé, no puedo negarme aunque a mí no me sirva». Su hermana Carmen es viuda desde hace 6 años y tiene una pensión de unos 1.200 euros. «Yo estuve de alta en la Seguridad Social y mi marido trabajaba en la Diputación», relata, así que su pensión de viudedad se completa con su aportación. Pese a estar algo más holgada, es solidaria con las demás. «La vida está muy cara, la pensión mínima debería ser de mil euros para vivir en condiciones y eso porque la mayoría tenemos la vivienda pagada; no sé qué harán las próximas generaciones».

40 AÑOS COTIZADOS / Pese a todo, siempre hay alguien que está peor. Rafi Sánchez no es viuda, está soltera y trabajó durante 40 años sirviendo en una casa. A sus 76 años, tras cuatro décadas de cotización como empleada de hogar y diez años cuidando de su madre enferma, tiene una pensión de 595 euros. «He sido una hormiguita toda la vida y así me he podido pagar mi casa, pero no entiendo que mi pensión sea aún más baja que alguien que no ha cotizado nunca, no tiene sentido». Cuando cobra, Rafi saca 350 euros para sus gastos. «50 euros van a mis sobrinos nietos, les doy 5 euros a cada uno para seguir la tradición de mi padre. Con el resto hay que pagar la comundidad, la luz, el gas, el agua... y cruzar los dedos para que no surja nada».