Pablo Calvo, el párroco de San Andrés, llegó al barrio hace ocho años y desde entonces no ha parado de trabajar, porque, como señala, «es un barrio pobre» y muchas de los vecinos de esta zona necesitan ayuda.

Por eso, desde hace un tiempo desarrolla una intensa labor junto con Cáritas, «porque casi todas las semanas tenemos una nueva persona» a la que prestar apoyo, De hecho señala que en la actualidad atienden a unas 40 familias, una labor «que no se ve pero que es constante».

En la parroquia, junto con este colectivo, ayuda a quienes lo solicitan con cuestiones básicas como la manutención, pero también con asuntos como el pago de la factura de la luz. Cada vez son más los que acuden a San Andrés en busca de trabajo y ya tienen una bolsa para intentar insertarles, en la medida de lo posible, en el mercado laboral. Cuenta que aunque atienden a muchas familias, cada vez hay más hombres solos, de entre 45 y 55 años, «que no encuentran trabajo de ninguna manera».

El día a día de Pablo Calvo pasa por cuidar de «lo humano, lo material y lo espiritual» de su barrio y de sus parroquianos, porque en el fondo sienten que son como «un pueblo en el que todos nos conocemos».

Dice estar muy satisfecho con la colaboración de los vecinos y su apoyo a quienes más lo necesitan, «porque la gente está muy sensible y muy colaboradora». Así que disponen de voluntarios que, por ejemplo, acompañan a una persona mayor a ir al médico porque no tienen a nadie más para ir con ellos. Por eso, Pablo Calvo dice que su parroquia siempre está abierta y que «es un referente en el barrio, un lugar de paso» en el que la «gente se conoce, se trata y se ayuda porque no solo compartimos la fe, sino que la vivimos», y «eso es muy bonito».

La iglesia es también la sede de dos cofradías, el Buen Suceso y la Esperanza, dos hermandades que cada vez realizan más actividades solidarias, como la búsqueda de alimentos y material escolar o el acompañamiento de familias.