Julio Anguita reconoce que el acuerdo de PSOE y Unidas Podemos era para él "imposible" hace apenas unas semanas. Ahora, siendo ya un hecho el Gobierno de Sánchez, analiza las causas que han llevado al político socialista --un hombre de "una izquierda muy tibia, muy tibia"-- a pactar con Pablo Iglesias y a éste, a moderarse para hacer política. El excoordinador de IU apoyará al Gobierno si cumple con el compromiso de la investidura y, sobre todo, si impulsa una reforma fiscal. Sin ella, dice, las promesas se diluirán. A la izquierda le pide temple para no contestar a la provocación de una derecha a la que, dice, hay que quitarle "la falsa bandera, la impostura de que son constitucionales".

-Por fin, España tiene gobierno. ¿Lo ha celebrado?

-Ni lo he celebrado ni lo he dejado de celebrar. Simplemente, visto el espectáculo del otro día en el Congreso, lo que trato es que el lector piense en esta entrevista que para qué tanto exabrupto y espectáculo vergonzoso por parte de la derecha. Lo del otro día fue tan chabacano, cómo sus señorías pueden llegar a tanta degradación y cinismo. Pero o se corrigen o van a perder. La izquierda debe dar lecciones de educación, no caer en la provocación. A la gente le gustan las buenas maneras.

-Por primera vez, después de Franco, gobernará en España una coalición de PSOE y Unidas Podemos. ¿Qué futuro le augura a la coalición?

-Para mí esto era imposible. Lo he escrito en muchos artículos y, entonces, los hechos me daban la razón. De pronto ha pasado algo nuevo que ha roto toda la lógica: que Sánchez se ha encontrado ante unos resultados electorales adversos, que su base le decía «con Cs, no» y con los barones presionando dispuestos a cambiar de candidato. Sánchez ha tenido que girar porque no ha tenido más remedio. Se ha puesto al frente de un programa moderadamente de izquierdas, pero que es muy necesario en esta país. Se ha puesto en medio de una coyuntura, como el que se pone en medio de la corriente y no tiene más remedio que seguirla. Sánchez está preso de esa fuerza de la historia, que naturalmente también han puesto en marcha UP con mucha inteligencia.

-¿Cómo cree que estará durmiendo Pedro Sánchez?

-No sé, es que él no quiso nunca. Lo primero que llama la atención es cómo es posible que después de 4 meses de un Sánchez negándose a pactar con Unidas Podemos, en menos de 24 horas decida súbitamente llamar a Iglesias. Es curioso porque si hubiese pactado antes, tendría diez diputados más y no hubiera hecho falta Izquierda Republicana de Cataluña. Cometió un tremendo error de cálculo. Se ha visto obligado a tener que pactar, primero, por una presión de su base; segundo, porque existía la amenaza de que el propio PSOE pusiese otro candidato más proclive a pactar con la derecha. Se ha creado una situación nueva, le guste a él o no y tiene que tirar hacia adelante con una propuesta de izquierdas, moderada. Le ha tocado tener que gobernar con UP que ha demostrado estos meses equilibrio, ponderación y saber hacer política. La historia a veces escribe derecho con renglones torcidos. Hoy tenemos un presidente, que para mí es una izquierda muy tibia, muy tibia, que tiene que hacer unas reformas en fiscalidad y otras políticas porque se ha puesto en medio de la corriente.

-«El PSOE no es de izquierdas». «PSOE y PP están en la misma orilla» son frases suyas. ¿Se fía del PSOE? ¿Y de Sánchez?

-El PSOE con Felipe González no solo no hizo un programa de izquierdas, sino que fue el partido que inició las políticas que después desarrolló el PP: privatizaciones, la OTAN, las alcantarillas del Estado o los GAL. Sigo manteniendo mis opiniones, que son hijas del análisis de la historia. En el año 93, IU, conmigo, se ofreció a dar la mayoría absoluta a González, que prefirió a los catalanes, cosa que también hizo Aznar. Pedro Sánchez está, como hemos dicho, en medio de una corriente, si sabe seguirla por mucho que vaya en contra de lo que pueda creer, puede que triunfe. Las personas somos lo que somos y sus circunstancias.

-¿Con tanto recelo es optimista respecto a la duración de este pacto?

-Soy optimista en la medida en que funcione nuestra gente. Como militante estoy dispuesto a explicar, si a mí me los explican, los proyectos que se estén haciendo; estoy dispuesto a reunirme con gente para apoyar al Gobierno y, también, criticarlo, cuando haya que hacerlo, pese a lo cual seguirá siendo mi gobierno. Si las organizaciones de izquierdas, desde Podemos a IU, PCE o Euquo, no se dan cuenta de la coyuntura, es que se están suicidando. Hay muchos riesgos, como el purismo estéril, el izquierdismo que decía Lenin como la enfermedad infantil de la izquierda. Si no se dan cuenta de que estamos en un frente decisivo, con toda la derecha en frente... Hay que optar. Esto es un desafío, donde uno puede perder, pero también ganar. Si no se acepta y se dejan al lado cuestiones secundarias, estamos perdidos. Hago un llamamiento a los que se llaman de izquierdas a que entiendan que en estos momentos su esfuerzo personal es obligatorio a la luz de los principios que dicen tener.

-En un artículo se hacía usted esta pregunta: ¿gobernar para qué? Se la copio.

-Desde que estuve al frente de un modesto gobierno municipal he entendido que allí vamos para hacer cosas. Se está imponiendo un modelo basado en ganar las elecciones y pensar que gobernar se basa en unas cuantas vulgaridades. Gobernar es hacer cosas, tener proyecto. En nuestro caso, cambiar el mundo, modestamente y poco a poco. El Gobierno en sí y por sí no sirve para nada.

-La investidura se ha producido en un Congreso muy polarizado, donde se han escuchado gravísimas acusaciones. ¿Está la derecha más enfadada que nunca o tratan de desgastar al gobierno antes de que empiece a andar y abusan del teatro?

-No. Nuestra derecha no es homologable con Europa en absoluto. Por la poca historia que conozco, me recordaron a la peor época de Fernando VII. Intransigentes, distorsionadores de la realidad, tendenciosos y mal educados en extremo. Le pediría a la izquierda que diera ejemplo de educación. El pueblo necesita que sus políticos sean duros, combativos, a veces acres, pero, por favor, educación. La han perdido todos porque están acostumbrados a mandar y se han creído que el cortijo es suyo. Creen que su política económica es la única verdadera, y, con todo, lo más cínico es cuando se llaman constitucionalistas. Estos señores hablan de la Constitución para defender al Rey y la unidad de España pero mal entendida. En este tema, la derecha no ha tenido inteligencia nunca. Pero la Constitución del título 7º, ésa no la quieren ver. En el fondo le tienen pánico a la Constitución. El papel de la izquierda es ahora quitarles esa falsa bandera, la impostura de que son constitucionales. Eso se hace con inteligencia y colocándolos frente a la contradicción. ¿Usted qué dice de que el Estado puede crear empresas públicas o de que toda la riqueza del país esté subordinada al interés general? Han cogido esa bandera para el tema catalán y lo han abordado a cabezazos.

-¿Cuál sería su receta para Cataluña? ¿Cuál debe ser el límite?

-Es un problema difícil, hay que dialogar pero ser firmes con el independentismo. Sabiendo manejar los dos caballos del coche. En un momento, el pueblo catalán tendrá que dar su opinión, vinculante o no. Ahora bien, una consulta pactada entre todos desde la sensatez y en la que no decida un 52%. Hay que tener un quórum mínimo. En Andalucía, el 28-F hubo que superar el censo. Pero los catalanes tienen que evitar la vía unilateral, que es soñar. El independentismo ha metido la pata y ha creído que podía luchar contra el Estado y que esto era un cuento. Ha engañado a sus propios militantes. Una parte se radicalizó cuando los indignados catalanes rodearon el Parlamento cuando Artur Mas. Cuando en la historia de Cataluña aparece la cuestión social, el nacionalismo se radicaliza. Para defenderse de la cuestión social, le ha echado la culpa a Madrid. Cambó, por ejemplo, financió la campaña de Franco, y hay que recordar el apoyo de la oligarquía catalana a la dictadura de Primo de Rivera. Lo que nadie quiere ver en este conflicto es el conflicto de clases. Si mañana hay una política de izquierdas moderada --y digo moderada no porque yo lo sea, sino teniendo en cuenta lo que hay--, si la gente tiene empleo y salario dignos, el independentismo baja, porque detrás del independentismo hay mucha radicalidad social disfrazada. El nacionalismo ha puesto la enseña para vehiculizar toda la tensión social.

-¿Se ha arrodillado este Gobierno ante «las fuerzas separatistas y batasunas»?

-De rodillas recuerdo al Ejército español cuando el Sáhara, arriando la bandera de la españolísima provincia del Sáhara. Esos patriotas no dijeron ni . Hemos visto la aquiescencia del Ejército y los gobiernos frente a EEUU, usando las bases como les ha venido en gana y en contra de los tratados. El patriotismo de esta familia es muy curioso: termina donde empiezan sus intereses económicos. Yo quiero a España, porque soy español y me siento patriota moderadamente, porque no lo soy de manera esperpéntica. Cuando hablo de patria hablo de que no haya paro, que todo el mundo tenga vivienda y de que el que tenga dinero pague más. Esa es mi España, la otra no la entiendo porque es una impostura. Recuerdo unos artículos de Falange del año 34 que decían que España es algo por encima de las clases sociales y los individuos que la componen, que es más que todo ello junto. ¿Qué es España entonces? Es el escapismo. Soltar una idea, coger la bandera, envolverse en ella para no abordar los problemas. Lo más curioso es que ese mensaje lo están comprando personas desfavorecidas, que me recuerdan a aquel símil del esclavo que lame la bota que lo pisa.

-No será la única oposición que tenga en frente el nuevo Gobierno.

-Estamos ante un reto de muchas dificultades, no sólo por la derecha que dio una exhibición de lo que no debe ser la actitud política, los poderes económicos, la UE según el modelo de Maastricht, los barones del PSOE y una parte de la izquierda un tanto narcisista, que querrá mañana soluciones inmediatas y de izquierdas rotundas. Esos son todos los riesgos, pero como militante de la izquierda encuentro que es un momento extraordinario para que nos reorganicemos. ¿Qué es eso? Conectarse, discutir de política, tener información, difundirla en el bar, con nuestros familiares y en el trabajo. De tal modo, que apoyaremos al Gobierno, yo lo haré, si hace el programa de la investidura, con aspectos sociales y sobre todo la reforma fiscal. De eso depende mi apoyo.


-¿Qué ocurrirá si aprieta Europa?

-Si la UE marca de manera inflexible que no se puede subir el déficit, solo hay dos maneras: recortar o subir impuestos a los que más tienen. No entiendo por qué hay gente que se echa a temblar cuando se habla de subir impuestos. ¿Quiénes de los que van a leer esto ganan 130.000 euros al año? La banca le debe al pueblo español sesenta y tantos millones de euros, aquí el capital paga menos que en Europa. Se opera y se hace, aunque sé que será difícil. Pero si no se suben los impuestos no se podrá subir el salario mínimo o las pensiones. Eso es justicia distributiva. Si la reforma fiscal no se aborda, todas las promesas se diluirán.

-Por cierto, los líderes de esos partidos han rescatado el uso del calificativo «comunista» como algo peyorativo.

-Como comunista que soy me siento halagado. Nos están haciendo un favor extraordinario, porque a la vez dicen quiénes son ellos. Que sigan, que sigan.

-Cree, como Iglesias, que la derecha le está haciendo un flaco favor a Felipe VI al reivindicarlo?

-Como sigan así van a llevar al rey al exilio.

-¿Cómo está viendo el papel de la Casa Real?

-Partiendo de la idea de que soy republicano fervoroso, el monarca, salvo en un momento con el gobierno de Rajoy no utilizó el equilibro que debiera con el tema catalán, está cumpliendo con su papel. Todos sabemos que la monarquía es más querida por los intereses económicos. Para mí, en estos momentos, no es el problema importante. Lo importante es que se cumpla la Constitución, que tampoco es la mía, pero que se cumpla. Cuando el capital sea europeo de verdad y pague impuestos, puede que el país cambie. Quiero decir que en España la situación es tan peculiar que al cumplir la ley se produce una revolución. Cumplir los aspectos más avanzados de la Constitución sería poner al país patas arriba, y eso lo sabe la derecha perfectamente.

-¿Qué tiene que hacer este Gobierno sí o sí?

-Con el tema de juego, por ejemplo, hay que ir a sangre y fuego, porque están enganchadas a eso las personas más pobres. O la cuestión de las pensiones, o el salario mínimo, o la vivienda. ¿Que hay que tocar muchos intereses? Los que hagan falta, bastante han ido medrando tanto tiempo. Soy consciente de que UP es una minoría en el Gobierno, la coyuntura de crisis, es difícil pero algo tenemos que hacer. De eso dependerá el apoyo de la gente. Sin esa gente no somos nada. Para que nos apoyen tenemos que dar señales de que merece la pena.

-¿Hay alguna similitud entre esta coyuntura y la de la Segunda República?

-No, pero de atmósfera, sí. Hoy por hoy el Ejército, por estar vinculado a Europa y porque han pasado muchos años, no parece dispuesto a una intervención, que por otra parte no sería tan fácil por el propio Ejército en sí. Pero en el odio de clase que ha manifestado la derecha, sí. Su discurso es guerracivilista. Han vuelto a sus ancestros. Al menos una facción, porque hay otra derecha, civilizada, que ve que este no es el camino.

-Vox ha convocado concentraciones mañana contra el Gobierno «legal pero ilegítimo».

-Están en su derecho. Pero tendrán que ver si se van a quedar en eso: en la protesta. Si son incapaces de plantear una oferta de gobierno... Tienen que abandonar la postura cómoda. Mire, ahora están preguntando cuántos ministerios va a haber, cuánto gasto. Qué hipócritas. ¿Quiere usted que hablemos de gasto? ¿Hablamos del gasto las subvenciones a la Iglesia católica, hablamos de lo que ustedes ganan, de sus negocios, de su banca, que se ha llevado el dinero del país y no lo devuelve? Hablemos. Vamos a hablar de recortes. Las mamandurrias, que decía Esperanza Aguirre, que son muy grandes, y las detentan ellos.

-Por primera vez en la actual etapa democrática habrá un ministro comunista. ¿Qué supone eso para usted?

-No, va a haber más. De carnet dos, Alberto Garzón y Yolanda Díaz, y de procedencia otros dos, Pablo Iglesias e Irene Montero. Simplemente ha habido un puente en la historia, porque ya los tuvimos. El problema no es que tengamos ministros comunistas, sino que sepan actuar como tales, en el sentido de apoyar el pacto, desarrollar el programa, entregarse a la causa. Es una especie de satisfacción, pero vamos lo que más me llenaría es que se cumpla lo que Sánchez ha prometido en la investidura.

-Será muy difícil en esta legislatura acometer grandes reformas pendientes.

-Va a ser un combate en permanente cuerpo a cuerpo. Todos nos jugamos mucho. Tal y como está el patio, y los intereses económicos. No olvidemos que las grandes empresas tienen partido, la derecha en todas sus versiones; que la Iglesia tiene su partido, la derecha en todas sus versiones. Mire lo que están diciendo algunos obispos: que se rece a la Virgen porque se está rompiendo España. Están en su derecho, aunque me parecen expresiones de otro siglo. Después una determinada parte de la población que se instala en los lugares comunes de un sentido común muy reaccionario. Que le gustan los desfiles militares, solo de ahí no salen, porque si les gustara además que hubiera justicia social, pues mira. Eso está ahí, y van a estar esperando cualquier fallo, y nos va a llevar a los militantes de izquierdas a tener que combatir con la palabra y la razón.
Aquí hago otra vez el llamamiento: esto es para que la izquierda se movilice y no vale ninguna excusa. Y eso no es: ¡A la calle!, que se va solo cuando hay que ir. Movilizarse es atender, estudiar, razonar, militar, reunirse con la gente no levantar el puño 70 veces y cantar la Internacional. Soy militante del PCE y de IU, aunque ahora todos son míos. Me siento miembro de Podemos, de Equo, de los que digan que esto no puede seguir así. Esos son los míos. Quisiera que dentro de poco nuestras organizaciones nos convocasen y dijeran: espabilad. Si las organizaciones que van a gobernar no hacen eso, están perdidas, porque no se gobierna solo con los medios de comunicación. La derecha tiene fuerza, porque tiene a la banca, a la Iglesia, al capital. Nosotros tenemos que tener la nuestra y organizada.

-¿Se superará alguna vez en España el conflicto de la bandera?

-Es que esa bandera la han utilizado ellos tanto, tanto, que ha creado cierta desazón. Pero voy a ser muy sincero, si mañana se consigue una situación de justicia social, de democracia plena, en la que los poderes del Estado sean de verdad independientes, donde no haya mafias ni cloacas, a mí al final me da igual qué bandera. Yo no haría una guerra por la bandera, sino porque los españoles tengan sus derechos. Cuando enarbolan la bandera y dicen que algo va contra España, en realidad están diciendo que va contra sus intereses. La bandera la dejaría para el final, porque yo no me meto en libros de caballería. ¿Cambio la bandera y dejo intacto el poder de la banca? ¡Bah!

-Entiende que la creación de tres vicepresidencias más, además de la de Pablo Iglesias, ha sido una estrategia de Sánchez?

-Si la decisión de Sánchez no la había consultado con su socio, no me parece bien, pero vamos sé que estamos en un momento en el que hay que tener un temple y un aguante tremendo.

-¿Qué le aconsejería a Pablo Iglesias?

-Yo no recomiendo a nadie. Yo lo que digo a todos nosotros es: temple. Si alguna vez hay que ponerse flamencos nos ponemos, pero con razón y sobre todo con organización, que significa fuerza. Hay que crear un contrapoder de verdad.

-¿Usted no pierde nunca las ganas?

-Cada uno es como es. Una de las motivaciones de mi vida, no sé cómo explicarlo, es la pasión por que las cosas funcionen. Pero eso es vivir, ¿eh? Yo soy una persona que vive mucho, y mi vida ha sido muy rica en muchas cosas, no creas que solo ha sido política, no, no. Eso es lo que me voy a llevar por delante y eso es lo que me mantiene todavía de pie.