«El inicio está siendo muy flojito, tanto el viernes como esta mañana, a ver si se anima un poco más en la tarde», aseguraba ayer Zaida Mifsut, de La Casita de Chocolate, una firma de crepres y gofres que tiene tres puestos en el Mercado Medieval de Córdoba. Zaida señalaba que es la primera vez que vienen a Córdoba con un mercado de este tipo pero están notando mucha menor afluencia en comparación con otros lugares. Por cierto que los cordobeses son también singulares en cuanto al consumo: «En otros lugares se venden mucho los crepres salados pero aquí sale mucho más lo dulce, sobre todo gofres».

También veía algo escaso el público Juan Diego, que vende «pendientes y anillos de plata de ley» en un puesto de la Acera del Río. Es su primera vez en la ciudad pero «por lo que he hablado con otros compañeros también esperaban más afluencia». Además, los visitantes miran más que compran: «Por el momento solo han pasado a mirar, a ver si después de ver todo el mercado se deciden algunos a volver», comentaba sonriendo.

Animación no faltaba ayer en las calles del entorno de La Calahorra y el parque de Miraflores, donde se ubica este mercado, un lugar que permite más amplitud en los espacios que cuando se celebraba en La Corredera. Paqui Trapero decía ayer que no había vuelto al Mercado Medieval desde que tenía aquel otro emplazamiento, «y aquí lo veo precioso, allí era superestrecho». Paqui y sus acompañantes ya se habían hecho un tatuaje de henna y habían realizado algunas compras. En cuanto a los precios, encontraban de todo. «La lata de cerveza a dos euros me ha parecido un poco cara, pero tienen que ganar y pagar impuestos», admitía. Sin embargo, veía muy baratas las manualidades: «Me he comprado una pulsera de cuero por 12 euros y eso es muy barato, yo sé lo que cuesta hacer las manualidades y aquí estoy viendo buenos precios».

Entre los visitantes del mercado había también un grupo de cosplayers cordobeses a los que se confundía con animación del mercado pero no, iban a disfrutar y a dejarse ver. El fenómeno del costume play o cosplay consiste en usar disfraces, accesorios y trajes que representan un personaje específico o una idea. Dos de sus participantes, Laila y Artemis, son sus nombres artísticos, explicaban que «nos reunimos y vamos a eventos o a lugares públicos para que la gente conozca el cosplay y se anime a participar». Admiten que van en grupo porque «si vas solo se pueden reír de ti e incluso dañarte el disfraz, ir en autobús así llama mucho la atención», aseguran. También tienen un proyecto de rol en vivo a estilo vikingo o medieval.