Una de los monumentos más significativos de la antigua collación de San Nicolás de la Villa es la torre de su iglesia. De base cuadrada se transforma en esbelto octógono que ocupa la mayor parte de la altura, coronado por unas molduras, y en la parte superior, el cuerpo de campanas.

Su construcción data de finales del siglo XV, destacando en la base del octógono dos figuras que se identifican gracias a sus letras góticas, paciencia y obediencia, dos virtudes que parece que guardan al templo fernandino. Y que continúan haciéndolo, por lo que se ve, formando parte, además, de la idiosincrasia de la feligresía.

Tras el desprendimiento del enfoscado del cuerpo de campanas a principios de marzo del año pasado, en un día de temporal, se desplazaron los bomberos para asegurar la zona y que no causara daños, dictándose una orden de intervención de la Gerencia de Urbanismo, a lo que respondió la iglesia de San Nicolás con la reposición del enfoscado.

Después de la orden, se ha esperado a comenzar el picado del enfoscado y su reposición en los meses de verano en los que menos personas acuden a la iglesia de San Nicolás y hay menos tránsito en la vía pública.

Lo que más ha llamado la atención es el andamiaje, de más de treinta metros de altura, según el responsable de Patrimonio de la San Nicolás, José Salamanca, instalación que da una apariencia «muy aparatosa» para unos hechos que no han tenido tanta importancia. Pero la realidad era que había que intervenir lo antes posible y así lo ha hecho la parroquia. Sin esperar ningún tipo de subvención ni ayuda ha acometido la obra, que, según Salamanca, supone una «cuantía importante», principalmente por el montaje del andamio.

Los fondos para la intervención han salido íntegramente de la parroquia, una comunidad que siempre ha estado atenta a las necesidades de la iglesia de San Nicolás. Tanto a las del templo, que tuvo su cénit en el 2007 cuando se iniciaron las obras de las cubiertas y la restauración del artesonado del techo y el retablo, con un importe de 400.000 euros, llamada a la que respondió su amplia feligresía, como asimismo a la restauración de la ermita de la Virgen de la Alegría, gracias al esfuerzo del párroco de San Nicolás, Antonio Evans, un «orgullo para la parroquia, para la diócesis y para todos», según José Salamanca. No solo ayuda al patrimonio. Destaca la labor caritativa a través de la Delegación Diocesana de Misiones Córdoba, de Cáritas y de atender a «todo el que llama a las puertas de San Nicolás», como afirma el responsable de Patrimonio, José Salamanca.

Precisamente, para Salamanca, «San Nicolás siempre responde», sin necesidad de esperar a subvenciones. En esta intervención la parroquia no ha tenido que recurrir a los feligreses, pero la feligresía está atenta a las necesidades de la parroquia. Se trata de una feligresía amplia, como históricamente ha correspondido a esta collación, que gracias a su párroco, Antonio Evans, lidera un amplio grupo de personas.

Una feligresía «abierta» que se amplía constantemente con miembros de otras parroquias de la ciudad, gracias a don Antonio, «una persona que acoge a todo el mundo y que sabe escuchar», una persona que infunde «credibilidad, respeto y confianza, precisamente en una sociedad que busca confianza, Evans transmite serenidad».

San Nicolás de la Villa cuenta con una feligresía que arropa a su parroquia y a su párroco, y siempre está atenta a las necesidades de su templo, incluso a la torre de la iglesia, por si hace falta. Mientras tanto, los fondos de la parroquia, aportados por ellos, son suficientes para la intervención, mientras esperan que a mediados de septiembre finalicen las obras.

Una feligresía que actúa de corazón y materialmente, afianzando la leyenda sobre la paciencia y la obediencia de la intervenida torre, como recoge Ramírez de Arellano. Estos dos nombres responden al de dos ladrones que fueron a robar a San Nicolás, quedando convertidos en bustos de piedra. A San Nicolás se entra con el corazón solidario.