En los últimos 40 años la percepción de la sociedad hacia la fauna ha cambiado de manera notoria. La antigua Ley de Caza de 1970 consideraba a toda la fauna como especies de caza, si bien un grupo de aves insectívoras se encontraban protegidas desde al menos 1896. A partir del año 1953 hasta finales de los sesenta funcionaron las Juntas Provinciales de Extinción de especies dañinas que premiaban la muerte de especies depredadoras. Durante su vigencia se ha calculado que cerca de 700.000 ejemplares de rapaces y mamíferos depredadores fueron aniquilados, llevando a muchas especies al borde de la extinción.

Los nuevos conocimientos en biología y ecología, la apertura de España al ámbito internacional, así como la entrada en la Unión Europea, trajo consigo la consolidación de un cuerpo legislativo, propio de un estado moderno. El concepto cambió y todas las especies estaban protegidas excepto las que se determinaron que podían ser objeto de caza. Esto trajo consigo un nuevo modelo de relación con el medio natural que pusieron en marcha las administraciones y poco a poco los resultados comenzaron a verse.

Las poblaciones de animales de sistemas forestales han aumentado con carácter general y, por otro lado, en las ciudades y pueblos se ha aprendido a convivir cada día más con la fauna silvestre. Antes solo se veía casi exclusivamente gorriones y palomas acompañados en primavera por golondrinas y aviones comunes. Las cigüeñas se alzaban en los campanarios o edificios de mayor altitud. Los autillos en los grandes parques y los cernícalos primillas en edificios antiguos con oquedades, surcaban el cielo de la ciudad.

Un ejemplar de lince ibérico. Foto: EFE / NUNO VEIGA

Las ciudades funcionan como islas térmicas y en invierno comenzaron hace años a dar cobijo a especies que las utilizan de dormidero como los estorninos. Con el cambio de paradigma con gran ayuda de los centros educativos, los jardines ya más maduros comenzaron a ser ocupados por los mirlos que se alimentan principalmente de lombrices del suelo. A la par, o poco después, comenzaron a ocupar nuestras ciudades las tórtolas turcas, fruto de una expansión natural a través de todo el arco mediterráneo y que encontraron un nicho ecológico muy favorable.

Los cárabos también se han hecho asiduos de nuestros parques, detectables por su ulular por las noches, aquí se alimentan de palomas, gatos pequeños y ratas. Rara vez pueden observarse otras especies de pájaros insectívoros porque la estructura de nuestros jardines con dos estratos, herbáceo y arbóreo no permiten que muchas de especies adaptadas al estrato arbustivo mediterráneo encuentren alimento en ellos, efecto además aumentado por la alta utilización de especies foráneas que no permiten la existencia de insectos y sus larvas que les sirva de alimento, al que se les añade el efecto del tratamiento con herbicidas de muchos jardines urbanos.

Cada año son más comunes las observaciones en el medio urbano de especies mucho más grandes y llamativas como el jabalí, buitres (leonado y negro), zorros e incluso algún lince ibérico que otro. Aunque parezca sorprendente es un proceso natural fruto de nuestra nueva relación con la fauna y las mejoras de sus poblaciones. Los buitres mucho más abundantes que hace veinte años, tienen mayor número de pollos y, por tanto, aumentan los ejemplares que sin experiencia se desorientan, se debilitan como consecuencia de no saber encontrar comida y aumenta la probabilidad de posarse en cualquier sitio en la ciudad. De hecho, en la mayoría de las ocasiones son fácilmente capturables a mano dada su debilidad. Con cuidados en los centros de recuperación son fácilmente reintegrables en el medio natural.

El caso del jabalí es fruto de una gestión cinegética muy volcada en las últimas décadas hacia esta especie. Según la Oficina Nacional de la Caza, en España en la temporada 2014-15, se cazaron 286.919 ejemplares frente a los 31.306 jabalíes en la 1980-81. En treinta y cinco años se ha multiplicado casi por diez el número de capturas. En Andalucía el efecto ha sido igual y junto a la matorralización de los amplios terrenos adyacentes a la ciudad, hacen posible la visita de esta especie en Córdoba en los parques más cercanos al medio natural. Aprende rápido y reconoce a este nuevo hábitat como idóneo, donde se le respeta, posee suficientes recursos alimenticios y fáciles de encontrar entorno a los contenedores de basura o papeleras e incluso en el propio suelo por la actitud incívica de muchas personas. Este proceso irá en el futuro a más como ocurre en otras ciudades de España. El Ayuntamiento adquiere aquí una alta responsabilidad al suponer un peligro para las personas. En algunos lugares se han dado ya ataques hacia personas.

La abundancia de alimento y el respeto hacen que otras especies como el zorro también se acerquen a los núcleos urbanos. Esta especie es territorial y por tanto en una superficie determinada no puede haber muchos zorros. Se ha demostrado que esta territorialidad queda rota en situaciones de abundancia de alimento como en los basureros y su densidad aumenta. La ciudad puede funcionar de igual forma si no se gestionan bien los residuos urbanos que producimos y no los depositamos de forma correcta. Seguro que todas las noches los zorros deambulan por los bordes de la ciudad buscando alimento entre los contenedores.

Recientemente saltó la noticia de una hembra de lince que se había soltado en Cabañeros y llegó hasta las inmediaciones del Guadalmellato, recorriendo más de 600 kilómetros. Este ejemplar estuvo en las puertas de Córdoba, en el Parque de Levante. Hace un veintena de años se documentó el paso de un lince a través del Brillante de este a oeste; pasó desapercibido para la población. La noche es una buena aliada para especies que buscan un territorio donde establecerse, la ciudad no es su hábitat pero al acercarse por azar a ella en sus desplazamientos la densidad de carreteras es mayor y aumenta la posibilidad de ser atropellados, como el suceso ocurrido el 21 de octubre. Conviene recordar que su población ha mejorado y está menos perseguido. Ha evolucionado como un superdepredador del monte mediterráneo y no tiene casi competencia; en este ámbito el coche es un elemento ajeno a su ecología y no es reconocido como un elemento peligroso. Nuestra relación con la fauna también está provocando problemas con especies alóctonas. En la ciudad de Córdoba ha comenzado a verse una especie invasora, la cotorra de argentina, fruto del escape de la cautividad. Aún estamos a tiempo de controlarla con poco esfuerzo porque son un bajo número de ejemplares y de movimientos muy predecibles. Si la dejamos, crecerá de forma exponencial y cuando se quiera reaccionar serán necesarios más recursos y su control más dificultoso. El Ayuntamiento de Córdoba y la Junta de Andalucía tienen este reto por delante.

Este nuevo tiempo requiere que los ayuntamientos consideren en su gestión diaria a la biodiversidad urbana y deben poner en marcha mecanismos para aumentarla y en otros casos para controlarla con medidas eficaces.