En el desarrollo de la bronquiolitis, además de los factores de riesgo reseñados (entre ellos la prematuridad, el bajo peso al nacer o problemas respiratorios previos) están otras causas, como la existencia de procesos respiratorios infecciosos o gripales en la familia del menor con bronquiolitis; la ausencia de medidas preventivas, como la higiene de manos; el tabaquismo de los padres y cuidadores; el hacinamiento o la asistencia a guardería del menor de un año en época invernal o la gemelaridad.

Para afrontar esta patología es recomendable mantener una adecuada hidratación por vía oral, con ingesta de líquido en pequeñas tomas y frecuentes y, en caso de ingreso hospitalario, la fluidoterapia intravenosa. En segundo lugar, la desobstrucción de las fosas nasales, mediante levados frecuentes y a demanda con suero fisiológico o agua de mar estéril pulverizada, antes de las tomas. Al mismo tiempo, es importante la aspiración de las secreciones nasales.

Otros aspectos a tener en cuenta son la posición del lactante, que se aconseja sea semisentada sobre el plano horizontal, para favorecer la respiración; evitar los irritantes bronquiales (humo de tabaco, chimeneas de humo o ambientadores) o mantener una temperatura ambiente adecuada. El jefe de Pediatría asegura que no existen evidencias de los beneficios de la humidificación o de la fisioterapia respiratoria para el abordaje de estos casos y destaca que el tratamiento hospitalario inicial más útil para la bronquiolitis es la oxigenoterapia e hidratación. Además, recuerda que la leche materna es la alimentación más adecuada durante los seis primeros de vida del lactante y que los que toman leche artificial deberían alimentarse más frecuentemente y con menos cantidad, para mantener la hidratación y evitar aspiraciones de contenido gástrico.