Con casi 2.000 alumnos matriculados este curso, todo un récord tras 21 años de andadura, la Cátedra Intergeneracional Francisco Santisteban da ahora un importante salto adelante y se convierte en un centro independiente de la UCO, cuyo reglamento fue aprobado en el consejo de gobierno del 23 de febrero y publicado en el boletín oficial de la Universidad el 1 de marzo. El reglamento regula la estructura y miembros del centro, así como los procesos académicos, administrativos y de gestión del programa de estudios para mayores.

Este centro de mayores universitario se ha convertido en todo un fenómeno social, que trasciende incluso la formación y el conocimiento para convertirse en un espacio de socialización y de relaciones interpersonales en la ciudad y provincia que sigue un desarrollo exponencial. Si en sus inicios, en el curso 1996-97, con solo 60 alumnos y cinco profesores, atrajo en su mayoría a mujeres, algunas amas de casa de toda la vida deseosas de aprender pero otras también profesionales, hoy cada vez se incorporan más hombres y su alumnado conforma un crisol muy diverso, desde personas sin estudios a profesionales universitarios, a los que mueve una gran motivación. Como dice su director, José Juan Aguilar, «tenemos más alumnos que algunas facultades», pero solo un administrativo y un becario, algo que esperan que se subsane al convertirse en centro propio, con personal adscrito.

Casi un centenar de profesores dan clases en diez aulas de la Facultad de Medicina que se llenan cada tarde. Los alumnos destacan la labor del profesorado, pues como dice Ángel Suárez, alumno colaborador y coordinador de las nueve sedes provinciales del centro, «les hacen llegar a los alumnos de distintos niveles el conocimiento, y eso es un esfuerzo añadido que desarrollan fenomenal». En un aula «te encuentras personas de todos los niveles y el profesor tiene que irse al de menos pero por arriba pueden aparecerle también opiniones de gente que sabe mucho de alguna materia». Y es esa necesidad que hay de seguir aprendiendo, de no quedarse uno en su casa sin hacer nada, lo que motiva a acudir a la universidad. Ángel Suárez lo explica muy bien: «Es un tema de compromiso, pues, cuando eres joven te formas más o menos por obligación, y en el caso de la cátedra te formas por un compromiso contigo mismo, y la obligación te la autoimpones, no te la imponen desde fuera. Si la gente joven tuviera ese criterio claro, se daría cuenta que estudiar es una satisfacción, pues te permite el desarrollo personal».

Motivación

Esa motivación del alumnado es lo más destacado de estos estudios para mayores de 50 años. Así lo destaca también Patricia Sneesby, una profesora inglesa de 75 años que también tiene una participación activa en la cátedra como alumna colaboradora, pues en estos días de lluvia y viento «las clases estaban llenas». Además, señala que en las clases hay mucho diálogo, más que monólogo del profesor, y se desarrollan muchos temas de actualidad. La parte intergeneracional, dice su director, José Aguilar, «la cátedra lo cumple también muy bien», pues hay intercambio de actividades con alumnos de la propia universidad. Por ejemplo, en el grupo de senderismo comparten actividades con el Aula Medioambiental y con el Aula de Debate de la UCO también han participado en mesas redondas y debates. Patricia Sneesby comenta, por ejemplo, que en la asignatura de Arqueología les llevaron de excursión mezclando alumnos de la cátedra y de primero de Arte y cuarto de Arqueología. «Es una búsqueda de un desarrollo y este segmento de población coge fuerza, se empodera a través del conocimiento para poder participar en la sociedad de forma más útil», dice Suárez.

Se ofertan un total de 52 asignaturas, de las que cada alumno escoge siete, -en los pueblos, 4- y, «como aquí, los mejores alumnos son los repetidores, no como en la universidad, pues el que entra se queda de por vida, se van agotando los argumentos de las materias, y hay que renovarlas», explica el director de la cátedra. En realidad, estos estudios están pensados para un ciclo de tres años, y se hace un acto de graduación, «aunque no queremos graduarnos», confiesa Patricia, que explica que, mientras en otras ciudades, en estos estudios, solo les permiten estar un determinado tiempo, «a nosotros no nos empujan», y algunos, como Carmen Serrano, lleva 20 años. A los que llevan diez años en la cátedra, que son muchos, se les entregó un diploma.

Sin numerus clausus

Hoy las circunstancias laborales hacen que haya mucha gente prejubilada o en paro que ven en estos estudios una proyección a sus vidas. Pagan un precio simbólico de cien euros para todo el curso, pero pueden solicitar una beca. Y no hay un tope de plazas o numeros clausus, todo el que quiere matricularse puede hacerlo. Eso sí, lamentan la falta de implicación del Ayuntamiento de Córdoba, cuando los de la provincia están colaborando.

Pilar González, la más veterana de la cátedra, que con 88 años sigue acudiendo cada semana a clase, comenta cómo se acepta a todo el mundo, cuando «en Madrid, por ejemplo, hacen un examen para entrar». En otras universidades, estos estudios se imparten de otra manera, incorporando a los mayores en las clases normales de las distintas facultades. En Córdoba, desde un principio, hay libre acceso, no se pide nivel cultural previo

José Juan Aguilar explica que las asignaturas de letras son las que tienen más tirón. Ahora se ha abierto el plazo para que los profesores de la UCO, con más de 6 años de antigüedad, que quieran dar clase en el centro de mayores, presenten sus programas de asignaturas. «Luego haremos una encuesta entre los alumnos para que seleccionen las asignaturas que más les gusten».