Carmen Jurado es sexóloga, responsable de la consulta de Salud Sexual del hospital Reina Sofía y testigo directo de los cambios que se están produciendo en materia de género y sexualidad.

-De un tiempo a esta parte, se han incorporado a nuestro vocabulario un montón de términos más o menos nuevos (pansexualidad, intersexualidad, asexualidad, queer) cuyo significado a veces se nos escapa. ¿Asistimos a una revolución sexual?

-No, lo que pasa es que se está empezando a reconocer y visibilizar la diversidad sexual que ha existido siempre, esto no es una moda. La heteronormatividad no se podía sostener por más tiempo, ha generado mucho sufrimiento a quienes no encajan en el modelo patriarcal. Porque la sexualidad no afecta solo a los cuerpos, también a las emociones, al modelo erótico, a muchas cosas. Siempre ha habido personas asexuales, que estando sexuadas no tenían interés por las relaciones sexuales. O pansexuales. Una mujer que ha mantenido una relación heterosexual y, en un momento dado, se siente atraída por una persona de su mismo sexo. ¿Ha sido una lesbiana en el armario? Pues no tiene por qué, eso tendría cabida en la pansexualidad, que se da cuando un chico, chica, chique, se siente atraído por la persona, independientemente de su sexo. La diversidad es enorme.

-El objetivo del movimiento por la diversidad es no etiquetar a las personas, pero hay más etiquetas que nunca, ¿no le parece?

-Ojalá llegáramos a suprimir todas las etiquetas. Lo ideal sería alcanzar el género neutro y una cultura andrógina, que englobe todo, pero en este momento es una utopía. Estamos en una etapa previa, primero hay que visibilizar la realidad, de ahí las etiquetas, no se avanza tan rápido, hay que explicarlo todo bien antes.

-Usted habla de «chicos, chicas, chiques», algo que va contra el principio de la economía del lenguaje. ¿Urge exigir a la RAE el género neutro?

-Sí, de hecho, ya se está reivindicando en muchos países, donde incluso en el DNI se pone mujer, hombre y neutro. Nos olvidamos de que si solo usamos el masculino como genérico, estamos excluyendo a mucha gente. Si te diriges a un público diverso, no cuesta nada decir estas tres formas aunque sea una vez.

-Esta explosión de la diversidad ha llegado cuando aún no se ha resuelto siquiera el tema de igualdad entre hombre y mujer.

-En mi opinión, esto ayuda porque se diluyen los patrones, los guiones estándar. Surgen cuestiones paralelas como si un hombre puede tener sexualidad femenina. Al final, ¿qué importa lo que tengamos entre las piernas? Yo creo que es un movimiento que suma a la causa feminista.

-¿Preguntar «¿tienes novia o novio?» puede ser excluyente?

-Claro, hay que hablar de personas. Pero no me parece tan grave tener que buscar la palabra para incluir el máximo de opciones es un ejercicio positivo. Puedes meter la pata buscando esa palabra, pero hay que hacer el esfuerzo.

-Si todo el mundo repensara ahora qué es, sin prejuicios, ¿la heterosexualidad sería una rareza?

-Se nos condiciona mucho desde que nacemos, pero por naturaleza estamos hechos para que nos guste el contrario. Aún suprimiendo los prejuicios, creo que prevalecería la heterosexualidad, aunque tuviéramos otras prácticas desde la libertad. De lo que sí estoy convencida es de que habría muchas menos parejas convencionales, de hombre y mujer.

-¿Qué hace más daño, el desconocimiento o el prejuicio?

-El desconocimiento es más noble. El prejuicio es una creencia falsa que implica un juicio infundado. Cuando alguien se equivoca por desconocimiento, no duele tanto como cuando se juzga.

-Vivimos en una sociedad hipersexualizada, que ofrece información sobre sexo a edades muy tempranas. ¿Qué efecto puede tener esto en la diversidad?

-La educación sexual debería ser básica, como formar en seguridad o higiene, pero hay grandes lagunas. A cada edad, lo suyo. Los niños acceden a pornografía y fotos estereotipadas, que no son para nada reales. Hay que hacer mucha coeducación para que las nuevas tecnologías no sigan reproduciendo patrones machistas. También en casa, si una niña se frota porque le gusta hay que decirle que lo haga en privado, no culpabilizarla.