Colectivos, oenegés y asociaciones vecinales reclaman a las administraciones medidas urgentes para un barrio, el de Palmeras, que no solo ostenta el de ser uno de los más pobres del país, sino que es el que tiene el mayor fracaso escolar de Europa, con un abandono escolar del 99,2% de sus alumnos.

El vicepresidente de la asociación vecinal Unión y Esperanza de Palmeras, Antonio Fernández, Chache, declaró ayer a este periódico que «si no se interviene lo más rápido posible puede que esto nos lleve a datos más escandalosos». Chache Fernández habla claro. «Nos sentimos como los cuartos trasteros de los gobiernos», pues los partidos que han ido al barrio «nos han escuchado, pero no nos han entendido, y eso nos hace sentir peor», dijo. Insistió en que «hemos visto perderse aquí tres generaciones de personas y estamos a punto de perder la cuarta, esto es muy doloroso». El responsable vecinal explicó que hace tres meses reunieron a responsables educativos de todas las administraciones, incluida la UCO y la universidad Loyola o el Imdeec, y «les propusimos que era preciso hacer aquí una educación diferente, para una realidad diferente, ofrecerles a los niños algo que les ilusione, acercándose a sus culturas y realidades, el coste sería mínimo y si el experimento sale bien se podría exportar a otras provincias y barrios». Antonio Fernández explicó que en el barrio conviven diferentes etnias, cada una con sus costumbres y culturas, y «es difícil la convivencia», por lo que para muchas familias, que intentan buscarse la vida cada día, «lo que menos piensan es si el niño ha ido a clase o si saca buenas notas». Esperan una respuesta de las administraciones, «pero ya nos dijeron que la propuesta era complicada y difícil, que cambiar las normas era complicado».

ESTRELLA AZAHARA / También piensa lo mismo Miguel Reymundo, coordinador general de la asociación Estrella Azahara, que atiende en el barrio a unos 130 niños de Primaria y Secundaria, a los que proporcionan apoyo escolar para salir adelante en el colegio. Reymundo cree que «la Administración tiene que hacer una apuesta fuerte y total por erradicar el fracaso escolar en este barrio», porque todos los colectivos que trabajan en él «estamos poniendo parches, pero la rueda sigue rota». En su opinión, tal como pide Antonio Fernández, es necesario «una metodología piloto en estos colegios, porque la enseñanza tradicional no funciona. Conseguimos salvar casos concretos, pero la problemática se mantiene año tras año». Lamenta que «no hay ningún recurso educativo para chavales con 16 años que fracasan, ¿con qué los motivas para que sigan estudiando? Están abocados al fracaso más absoluto». Los niños se «enfrentan a una carrera de obstáculos» al terminar Primaria, pues deben salir fuera del barrio para estudiar la ESO y, además de la barrera del transporte, se encuentran con «un nivel muy alto para ellos en institutos como el Séneca, Medina Azahara o Alhaken II», explica. La propia directora del CEIP Duque de Rivas, uno de los dos colegios del barrio, Auxiliadora Blasco, dijo a este periódico en una entrevista que «necesitamos un instituto próximo, en Palmeras o en Miralbaida, eso ayudaría mucho, pero tendría que ser un centro con una oferta formativa muy amplia donde pudieran elegir, como en otros barrios, con opciones adaptadas a sus necesidades, con FP Básica e itinerarios formativos prácticos donde aprender alguno de los oficios que se están perdiendo».

La delegada de Educación, Inmaculada Troncoso, dijo ayer a este periódico que están estudiando el problema y que la próxima semana intentará dar una respuesta. Desde la Federación de Asociaciones de Vecinos, su presidente, Antonio Toledano, señaló que la solución pasa por una acción «coordinada y unánime» entre las administraciones, colectivos y organizaciones que trabajan en el barrio junto a los vecinos, «que puedan intervenir y participar en las decisiones, ya que son los verdaderos conocedores de dónde radican los problemas». Cáritas Diocesana también hizo ayer un llamamiento a administraciones, partidos políticos y colectivos para trabajar «por una sociedad que sitúe a la persona en el centro de las relaciones», con «una cultura del encuentro», ante la realidad social de los últimos datos de pobreza.