En Córdoba se ponen cinco denuncias por violencia de género al día y hay 951 mujeres dentro del sistema de seguimiento a las víctimas Viogen. C.M.M. tiene 45 años y se casó con su maltratador y padre de sus hijos hace 25 años. Aún eran novios cuando en una escapada al campo él dio los primeros signos de su personalidad. «Estábamos montando la tienda y empezó a gritarme y a insultarme, a decirme que era una inútil, que no valía para nada». Ella no le dio importancia. Tampoco tomó nota de sus excesos con el alcohol que, como muchas mujeres, pensó que eran algo normal. «Me enamoré como una tonta y, cuando quise darme cuenta, ya estaba casada y con hijos», relata, «ahí empezó lo peor». Ella trabajaba todo el día en un negocio familiar del que él empezó a ausentarse, aunque cada día le exigía diligencia en sus obligaciones como mujer. «Un día llegué a casa y me encontré toda la ropa tirada con un cartel ‘lava, guarra’». Saturada de tareas y con tres hijos a su cargo, empezó a aislarse del mundo. «Tenía amigas, pero para él todas eran putas y asquerosas y mi familia una mierda, se metía con mi cuerpo, me decía que daba asco, que no me pusiera a su lado porque yo no tenía categoría». Cuando mira atrás, se culpa a sí misma. «He estado ciega, asumí que tenía que cuidar de él como si fuera otro hijo y lo perdonaba cuando estaba de buenas y me decía que yo era su vida, que no podía dejarlo».

Así ha pasado media vida. «Cuando venía borracho o de coca hasta las cejas, me ha dado empujones, me ha partido un dedo, me ha cogido del pecho, me decía que me iba a tirar por las escaleras, a matar... pero no ha pasado nada porque yo salía corriendo». Una conversación con su hija le abrió los ojos. «Me dijo que tenía que dejarlo, que cada vez estaba peor y que tenía miedo de que me hiciera algo». Entonces, se fue con tres bolsas de basura y se colocó trabajando en una casa, pero al poco tiempo, volvió. «Mi hijo me lo recriminó, decía que no podía abandonar a su padre». Pero nada cambió, así que pidió ayuda a su hermana y se decidió a denunciar. "Me llevó a la Asociación de Familias Necesitadas, donde me prestaron ayuda psicológica y me dieron la seguridad para poder dar el paso", comenta. «No pensé que sería capaz de hacerlo», confiesa, aunque ahora sabe que es lo mejor que ha hecho. «Yo sabía que él era un maltratador, pero no sabía cómo salir de ahí, me he quitado un cáncer que me estaba matando», afirma convencida.

En la vista rápida del día después de la denuncia se decretó una orden de alejamiento. «No se puede acercar a menos de 150 metros, pero no tiene pulsera, no hay parte de lesiones, así que el juez considera que hay riesgo bajo». Está por ver qué pasará en el juicio.