Angel Cruz y Patricia Ramírez, padres del niño Gabriel, mostraron ayer su disconformidad con la convocatoria de recogida de firmas a favor de la prisión permanente revisable en las inmediaciones de la ballena de la capital almeriense, escultura que sirve para «honrar la memoria» de su hijo. «En el momento por el que estamos atravesando es completamente incompatible con el proceso», manifestó Patricia en una rueda de prensa en Níjar (Almería), en la que agregó que no conocen la situación «legalmente» para poder dar «una opinión formada» sobre la prisión permanente revisable. «Sí pedimos que no se coloque en este sitio donde de manera espontánea bajan muchos niños, con miles de gestos de cariño que no tienen nada que ver con el debate que ahora mismo hay a nivel político», insistió. «Nos gustaría que no hubiese otra función que encontrarnos allí para serenar el alma y rezar por nuestro pequeño, que ya es vuestro pequeño, Gabriel», declaró.

Los padres del pequeño también se refirieron al informe del Instituto Nacional de Toxicología, que determinó que el niño murió una hora después de su secuestro. La madre señaló que tal circunstancia ha hecho «mucho más reconfortable su pérdida porque no hubo tiempo para que sufriese». «Es difícil hacer llegar una respuesta sin que se encoja cada pelo y poro de nuestra piel. Pasamos muchísimo miedo, fueron trece días de terror en los que Ana Julia Quezada -la autora confesa del asesinato- permanecía junto a nosotros», recordó. «Cada minuto, hora y noche nos atormentaban miles de pensamientos sobre cómo podía estar Gabriel, si lo habían detenido, si le daban de comer, si tenía frío o miedo, si lo habían robado o podían haber abusado de él», relató. Los tres últimos días de la búsqueda estuvieron «aterrorizados» porque «numerosos vehículos» seguían a Quezada e impedían que saliese de casa para facilitar un desenlace. La madre de Gabriel reveló que en esos trece días «de locura» llegó a sospechar de todo el mundo, pero poco a poco comenzó a hacerlo de Quezada, pareja de su exmarido. El padre negó que nunca llegase a dudar de Quezada: «Dormía todas las noches con ella, me consolaba por las noches (...) aparte del daño de la pérdida de Gabriel se suma el daño de tenerla al lado y que encima intentara consolarnos».