El veranillo de San Miguel, el calor del membrillo, las mañanas de vendimia o el ajuste de capataces, mayorales y gañanes para las tareas del campo (los pastores lo hacían por San Pedro) son inevitables recuerdos, ahora transmutados en belleza, que se te echan encima en estos tiempos de ardor guerrero en la política mientras una especie de peste diezma la población.

Y es que todo lo que se salga de los políticos que discuten en el Congreso o en la Asamblea de Madrid resulta atractivo y humano. Como observar que Duralex, la empresa francesa que fabricó aquellos platos de cristal en los que comíamos en los años sesenta, está al borde de la desaparición. O enterarte de que en la playa de La Colada, en el pantano del mismo nombre en El Viso, se va a instalar el primer campo de fútbol sala de Andalucía, con arena de Cádiz. Y darte cuenta de la belleza de Santa Eufemia, ahora pasado de covid, el último pueblo de la provincia por el norte, en el que confluyen tres comarcas y otras tantas provincias: La Serena, de Badajoz; La Alcudia, de Ciudad Real; y Los Pedroches, de Córdoba. Desde su castillo de Miramontes, sus habitantes, los calabreses, tienen el privilegio de subir a las alturas para contemplar el mundo desde donde tiene más belleza.

Porque en la tierra, en ese espacio político donde se elaboran los presupuestos generales del Estado y se construye un gobierno, parece ser que la España de ahora se ha tornado tan irascible que se olvida hasta de su esencia.

Y de su historia, compuesta, en democracia, por la derecha del PP, el centro de UCD en su día, el centro izquierda del PSOE, la izquierda de IU y Podemos, los nacionalistas vascos, catalanes y canarios, y la extrema derecha de Vox.

Y quien ha ido a formar gobierno ha necesitado siempre de vascos y catalanes, tanto que Aznar dijo en 1998 que había autorizado, personalmente, contactos con el entorno de ETA, a la que llamó Movimiento de Liberación Nacional Vasco. Eran los tiempos en los que Aznar hablaba catalán en la intimidad.

No entiendo por qué la derecha que no preside el Gobierno no deja que el PSOE y Podemos sigan construyendo España, una nación que es de todos los españoles, con todo el derecho a criticar al rey. En España el nacionalismo tiene un espacio al que hay que acudir, a la fuerza, a la hora de gobernar. Si no queremos resucitar a ETA, que esta semana se ha hecho presente por medio de la serie televisiva Patria, del guionista Aitor Gabilondo, basada en la novela de Fernando Aramburu.

El periódico del domingo pasado sí que me resucitó una historia familiar en el reportaje de mi amiga Irina Marzo Debo condenar y condeno sobre la nueva ley de memoria democrática que pretende aprobar el Gobierno y que incluye la anulación de las condenas franquistas ya que «en Córdoba miles de personas pasaron por consejos de guerra».

En mi habitación de los libros, donde escribo y tengo el ordenador, hay un cajón que guarda papeles de mi padre. Después de leer el reportaje de Irina, lo abrí y rebusqué la historia escrita en cartas, donde se detallaba el consejo de guerra que celebraron contra mi padre el 29 de marzo de 1940 en Hinojosa del Duque.

El subdirector accidental del Centro Penitenciario El Dueso-Santoña... «certifica que de los datos obrantes en los archivos de este Centro y en relación a la persona de Francisco Fernández Gómez, hijo de Francisco y de Ángeles, se desprende: que fue reducido en prisión el 26 de abril de 1939, que ingresó en este Centro el 27 de febrero de 1941 procedente de la Prisión Provincial de Córdoba, en virtud de Causa Nº 27.263, en Consejo de Guerra celebrado en Hinojosa del Duque por Rebelión Militar. Siendo excarcelado por obtener la Libertad Condicional el día 09 de Enero de 1946».

Los centros penitenciarios donde cumplió condena fueron Villaralto, Hinojosa del Duque, Prisión Provincial de Córdoba y El Dueso (Santander). Un día, en el bar El gallo, de Villaralto, quien había delatado a mi padre a la Guardia Civil me invitó a una cerveza. Se la acepté. Era por el veranillo de San Miguel.