Los cantes de ida y vuelta inspiran Colombiana, el nuevo disco de Niño de Elche. Decidido a experimentar con todo, que nadie espere lo típico en este trabajo donde el flamenco se une a ritmos del rico folclore colombiano pero también a otros utilizando todo tipo de instrumentos, desde cencerro, conga y maracón a sintetizador, batería y guitarra eléctrica.

Elaborado trabajo con contenido potente, no solo en lo musical. Nada es casual en las canciones de Niño de Elche y menos en este disco grabado en Colombia mano a mano con Eblis Álvarez, alma libre de Meridian Brothers, y con la complicidad del polifacético Pedro G. Romero. Un disco con muchas capas, cuidado hasta el detalle, donde nada es gratuito. Está adornado con imágenes de Inés Doujak, artista austriaca autora de Not dressed for conquering, obra censurada en el Macba que aludía Juan Carlos I.

-La música, como el arte, siempre ha sido mestiza.

-Es que ¿dónde residen las esencias culturales? Las lógicas artísticas van más allá de los territorios, por suerte. Hemos trabajado con referencias de flamenco y de la música caribeña o afrocaribeña pero hemos ido más allá utilizando también referencias de artistas norteamericanos y de otros mundos. Colombiana va más allá del trabajo antropológico o arqueológico: habla del viaje. Por eso la conexión con las drogas.

-Cierto, aparece en varios temas, entre ellos uno dedicado a la ayahuasca ¿La ha probado?

-No. Llevo un año intentándolo pero necesito una semana libre que no tengo.

-¿La música también es una droga?

-En cierta forma sí. Pero también es una droga como espacio mercantil, industrial y todo lo que supone la vida más allá de «empujar sonidos», como diría Stockhaussen. La música hoy en día es un negocio y una actitud. Economía y alimento del ego. Es compartir y experimentar. Es arte.

-¿Y lo tiene todo en cuenta a la hora de hacer un disco?

-Por supuesto. Un disco no son solo canciones. La canción es la última licencia poética que uno se toma.

-¿Por qué abre con ‘El muermo’, esa «media soleá, soleá al golpe, bulería y bullengue», según usted?

-Es una canción que me enseñó David Castillo, un poeta de Barcelona. Y como hablaba del síndrome de abstinencia se la pedí. Me la mandó en un wasap y cuando la volví a escuchar le encontré un contenido latino, no sé por qué, pues era un tema de Jordi Pope. Y me dio por hacerla así, con ritmos de bullerengue, música popular colombiana.

-‘Oración militar’ es una flipada. ¿Cómo surgió?

-No hay nada más psicodélico que lo religioso y lo militar. ¡No hay viaje como ese! Suena a saeta pero tiene melodía de colombiana, el cante que da nombre al disco. La letra habla de cómo la realidad supera siempre la ficción. En ella se cruzan dos mundos. Lo primero, una obra de teatro con gran contenido religioso que encontré en internet sobre Los Lanceros, unos militares colombianos. En ella está latente la figura de Jesús como faro, pero un Jesucristo superhombre, como un Dios que redime todos los pecados. Así ellos pueden disparar y matar con la conciencia tranquila. Y eso lo uní con un legionario que vi en internet que cantaba una colombiana en los pasos de Semana Santa.

-¿Orgulloso de Rosalía?

-Ha sido la primera en llevar contenidos flamencos al mainstream. ¿No hablábamos del flamenco de ida y vuelta? De mi generación, no veo a nadie que haya superado los traumas del flamenco. Después de mí, ella es la primera en el cante en superarlos y eso tiene un valor incalculable.