-A tu protagonista, que es estéril, la idea de ser madre se le mete dentro como un cáncer. Como cualquier cáncer, también puede laminar la idea de no serlo.

--No. Creo que nos invade más el deber ser de la maternidad. Al revés, la idea de no ser madre hay que pelearla mucho. Es menos invasiva.

-Ella tiene dos hijas. Tú también. En ese duelo entre ser madre o escritora, ¿siempre tiene que vencer una de las dos?

-Creo que sí, porque, cuando una mujer tiene un hijo, se crean dos seres. El hijo que ha llegado y la madre que acaba de nacer. Y parece que la madre que acaba de llegar fuera un folio en blanco. Y en realidad, no. Tiene que haber una lucha para que todas las mujeres que era antes convivan con esa nueva mujer que es una madre.

-Tu protagonista examina la maternidad como mito y como timo. Jugando con las palabras, en verdad, ¿la maternidad no está sobrevalorada?

-La maternidad es un timo porque está simbólicamente muy sobrevalorada y socialmente denostada.

-Hasta ahora las mujeres habéis construido la igualdad jugando a ser chicos. ¿Una imposición social, un cambio por mimetización o un error que se va corrigiendo?

-Sin duda, un error que urge corregir. Y no lo hemos construido las mujeres. Hombres y mujeres hemos construido así la igualdad y ahora nos toca construir una igualdad no contra vosotros, sino hacia vosotros.

-La frase es tuya: «El mercado ha penetrado en el cuerpo de las mujeres de una manera absoluta».

-Pues sí. Es así. Desde las vallas de publicidad, las películas, la prostitución. Hay una presión sobre el cuerpo de la mujer, desde que nace hasta que muere. Y ahora también a través de la maternidad alquilando úteros. Las mujeres somos muy fértiles para el mercado.

-Este es un libro generoso, dices, porque has cogido muchas partes de tu vida. ¿Te sientes como una especie de donante de vivencias?

-(Ríe). Sí. Y he dejado mucho más. He dejado mis vivencias, las de mi abuela, las de mi madre, las de las pelis que he visto, todos los libros que he leído.

-Algunas mujeres deciden no tener hijos. Otras no pueden. ¿Esa huella deja algún vacío existencial?

-El vacío existencial lo deja el no ser capaz de habitar el mundo sintiéndose uno una gota del océano. Para eso, una solución puede ser madre, pero no es la única solución.

-Cuando vais a ser madres os previenen de que no vais a dormir, pero tú dices que nadie os previene de que tampoco vais a soñar.

-Es que es exactamente así. Nos hablan del peso corporal y emocional, pero nadie habla del peso mental. La maternidad es, ante todo, un viaje de la imaginación.

-Temías que tu madre no entendiera el libro, que tus hijas no lo puedan entender. ¿De verdad crees que solo verán a una madre que era un monstruo?

-Me da miedo que se cabreen y que se equivoquen. Aunque no todo lo que dice el libro me ha pasado a mí.

-Hay frases hechas que te rechinan. La más lapidaria es esta: «Eso lo entenderás cuando seas madre». ¿Así es?

-No. Esa frase se la puede decir una madre a una mujer que sea Premio Nobel de Física. No. El hecho de parir no es una ventana al conocimiento.

-Algunas fuerzas políticas, como Vox, intentan de nuevo poneros en el lugar en el que estabais. ¿Siempre se puede dar un paso atrás o el regreso ya es imposible?

-No creo que haya regreso posible. Y si lo hubiera, creo que sería sangriento en este punto.

Nuria Labari. FOTO: ELISA ARROYO