-Todos somos, de algún modo, crisálidas, gusanos mutando en un capullo, que nunca sabemos si alcanzaremos nuestros sueños.

- Eso es parte de la emocionante aventura de vivir. Pensé que era una metáfora muy precisa para aplicarla a un ser humano.

-Tanto más la mujer de hoy, que se enfrenta cada día a retos como hija, madre, amante o amiga. Pero le crecen las alas a la mariposa.

- Bueno, ese tema en realidad lo exploré más en Mujeres que compran flores. Esta novela habla de seres humanos en fase de cambio, de rebeldes con causa, no trata tanto de temas de género.

-Su novela es una profunda radiografía del ‘mobbing’, una pandemia que, como dices, no acostumbra a denunciarse.

-Es que la vida no es cómica ni dramática, es irónica. Y es irónico que alguien trate de echar o destruir a un compañero sólo por ser justo o destacar positivamente. Es cierto que aquel que desafía lo establecido, aunque proponga un cambio a mejor, dependiendo de la madurez mental del grupo en el que caiga, puede ser marginado o atacado. Eso es lo que une a ambas protagonistas, y Patricia, sin conocer de nada a Greta, va a querer darle voz a la injusticia que la otra ha vivido, porque también la vivió y no lo denunció. Una forma también de salvarse a sí misma.

-Fuiste víctima del acoso laboral en el pasado. Viviste un proceso de reconstrucción. De ahí nace tu carrera literaria.

-En mi caso mi vocación literaria es tan temprana que puedo decir que casi nací con ella. A los seis o siete años ya cosía mis cuentos, les dibujaba una portada, les escribía una dedicatoria y se lo regalaba a alguien a quien quería. ¡Me autoeditaba libros! Pero es cierto que llevé en paralelo mi carrera literaria y la periodística y en uno de los trabajos sufrí un mobbing tan brutal que sentí la necesidad de refugiarme en mi casa, con mis libros y de apostar por la literatura durante un tiempo, el que me permitieran mis ahorros.

-Parte de esa vivencia se ve reflejada en tu protagonista, Patricia Montmany. De algún modo, es tu alter ego. Pero no le prestaste tu vida privada.

--Porque mi vida privada es, como su nombre indica, privada. No se trataba de hacer un streaptease, sino de prestarle al personaje de Patricia mi forma de ver el mundo, algunas experiencias laborales y, sobre todo, aquello que pudiera empatizar con su coprotagonista.

-Patricia conoce en un avión a Greta, una exreligiosa colombiana que le confiesa oscuros entresijos de su congregación.

-Sí, un tema del que no se ha hablado pero importante, aunque no sea el tema central de la novela. Greta nos habla de la falta total de valoración de las religiosas y, considerando que nuestra cultura ha bebido de una educación judeocristiana, observar ese micromundo nos da mucha información del por qué de nuestros comportamientos en la sociedad: desde nuestra relación con la culpa, con el merecimiento, con la falta de valoración intelectual de las mujeres en muchos otros campos.

-Las vivencias de Greta también están basadas en un caso real, que replantea el papel de la mujer en la Iglesia.

-Sí, basé el personaje de Greta en la experiencia de una mujer valiente que quiso prestarme su historia con la única intención de que ayude a que las cosas cambien y a dar voz a esas mujeres valiosas que siguen sin tenerla en la Institución.

-Habla de abusos de poder y sexuales a las religiosas, pero no por sacerdotes sino por otras religiosas.

-Quizás esa sea la principal novedad. La violencia de género también es violencia de mujeres contra mujeres, cuando la violencia se desata hacia alguien por el hecho de ser mujer y no resignarse.