El cordobés y aventurero Javi Wild, junto a sus compañeros Iñaki Miramón y Mikel López, han realizado un proyecto benéfico que les ha llevado a recorrer tres mil kilómetros, desde Canadá hasta México, para recaudar fondos para los niños de zonas como Kenia y Nepal. Tan solo la bicicleta y la tabla de surf como medios de transporte les ha servido para emprender esta aventura con fines solidarios. Una experiencia que han retransmitido en redes durante los tres meses que ha durado el viaje.

-¿Por qué el nombre de ‘Salty Soul’?

-El nombre de Salty Soul realmente es como el espíritu que representa el viaje y nuestra filosofía de vida. Nosotros nos dedicamos a surfear y el nombre surge de ahí, el alma salada.

-¿Cómo surge esta iniciativa?

-El proyecto lo inicia un grupo de amigos navarros, Iñaki y Mikel, que se conocen y han surfeado juntos desde hace muchos años. Después de tantos viajes alrededor del mundo coincidimos en Australia, en un camping de Byron Bay. Allí empezamos a hablar y quedamos en hacer un viaje en bicicleta benéfico próximamente. Finalmente acordamos hacer todos juntos un recorrido desde Vancouver, Canadá, hasta Tijuana, México, ya que la Costa Oeste norteamericana, por ejemplo, tiene unas de las mejores olas del planeta.

-¿En qué ha consistido el proyecto?

-Nosotros hemos hecho 3000 kilómetros en bicicleta para recaudar dinero y ayudar a los niños a través de oenegés. Creamos un crowdfounding solidario y durante los tres meses que duró el trayecto publicamos fotos y videos del viaje para llamar la atención de las personas y donasen. Lo que realmente somos es una campaña de marketing, una llamada de atención a la gente, es decir, nosotros donamos parte de nuestros ahorros pero conseguíamos dinero de donaciones externas, de la gente de a pie. No hay excusas, nosotros hemos querido demostrar que se puede ayudar a los que más lo necesitan haciendo lo que más nos gusta. Hemos sacado adelante un proyecto solidario tan solo montando en bici y surfeando.

-¿Con qué organizaciones habéis colaborado?

-Hemos colaborado con dos oenegés. Yo he trabajado como voluntario muchos años en la oenegé Kubuka, así que elegí esa organización para cooperar con ellos durante el transcurso del viaje. Por otra parte, Iñaki y Mikel eligieron a SOS Himalaya, que trabaja en Nepal.

-¿Qué te ha aportado a nivel personal?

-El viaje fue explosivo. No era mi primer viaje, tengo la cabeza un poco más amueblada para este tipo de situaciones y sabía a lo que me iba a enfrentar. Con este viaje te das cuenta de la gente buena que hay por el mundo. Más de la mitad de las noches hemos dormido en casas de personas que nos veían por la calle y nos ofrecían sus hogares sin pedir nada a cambio. Las personas absorbieron toda esa buena energía que desprendía nuestro proyecto y quisieron involucrarse. Por ejemplo, pasamos tres días con la tribu de los Quileute en la playa de La Push. También hemos dormido debajo de algún puente, en mitad del bosque con los coyotes acechando, estuvimos con antiguos secuestradores mexicanos… Un sinfín de anécdotas.

-¿Qué planes de futuro tenéis para vuestro proyecto?

-El proyecto realmente ya lo hemos acabado, recaudamos unos tres mil seiscientos euros. Dividimos la cantidad entre las dos oenegés, e irá destinada a una casa de acogida para niños en Kenia y para construir un hospital en Nepal, en una zona sin servicios médicos. En el momento que podamos queremos también proyectar un documental con todo el material grabado.