-Su libro es un homenaje o una oda a los libros y a la literatura.

-Es un homenaje a los libros, a los lectores, a todo lo que hace posible la aventura de leer.

-Es también una novela de perdedores. Relata el exilio de tres amigos en plena guerra civil.

-Es una novela en la que yo reflexiono sobre la condición humana, sobre tres personas que tienen que marcharse al exilio por motivos diferentes y en los que el peso de la conciencia los acompaña durante todo su viaje. El libro empieza con un poema de Cavafis porque es el camino que ellos inician hacia una Ítaca a la que nunca llegan.

-Del Madrid gris de la posguerra al París de la Segunda Guerra Mundial. Pasando por Lisboa, Alejandría, Vichy o Santiago de Chile. Un escenario que atraviesa el mundo.

-Sí. Es una novela en que mis personajes, sus vidas, se cruzan con las de otras personas, en otros países y con los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, los acontecimientos importantes del siglo XX tienen un peso determinante en cuanto hacen.

-Al escribir la primera parte de esta obra, quedó exhausta y la guardó en un cajón. Aquel dolor de la posguerra duele cuando se le nombra.

-Yo, cuando empecé a escribir esta novela, no podía por menos que ver a mis abuelos, recordarlos. Y recordar algunas de las cosas que yo escuchaba en casa de pequeña y a las que yo no prestaba excesiva atención. Pero según iba escribiendo esta novela, iba teniendo como flashes, como retazos de aquellas cosas que contaban, de aquel sufrimiento. Y, sin duda, es la novela en la que yo más me he implicado desde el punto de vista emocional.

-Los nacionalismos del siglo XX nos llevaron al caos. Cartografiando nuestros días, ¿se corre el mismo peligro?

-Creo que, desgraciadamente, el hombre comete siempre los mismos errores. Siempre decimos que el conocimiento de la Historia nos debería evitar el cometer los mismos errores, pero tengo la impresión, con lo que está sucediendo en este momento con el auge del nacionalismo y de la xenofobia en toda Europa, en todo el mundo, de que estamos acercándonos otra vez al borde de un precipicio.

-Como bien ha dicho, los grandes personajes femeninos de la literatura han sido obra de hombres. ¿Las mujeres están dispuestas a hacer lo mismo con los hombres?

-La verdad es que no lo sé. Mis novelas son muy corales, con lo cual nunca me he planteado esa venganza.

-El libro es, sobre todo, una reflexión sobre el odio, la venganza, la compasión y el peso de la conciencia.

-A mí me gusta viajar a los rincones del ser humano donde afloran todos sus sentimientos.

-Dice que los ciudadanos de hoy no tienen nada que ver con el franquismo, que Franco no está en la vida española. Pero la realidad de cada día la desmiente.

-Bueno, hay quien se empeña en que Franco vuelva a ocupar los titulares pero, yo lo siento, no comparto ni esa afición ni creo que el problema que tenga hoy la sociedad española sea Franco. Afortunadamente, Franco está muerto y bien muerto.

-A los veinte años leyó ‘El cuarteto de Alejandría’. ¿Qué queda de la ciudad mítica y literaria?

-A Alejandría, yo la sigo viendo con los ojos de la literatura. Entonces y ahora, que acabo de venir. Hace unas semanas he estado en Alejandría, y siempre la veré con los ojos de Durrell, con los ojos de Foster, con los ojos de Cavafis. Si me preguntas por otra Alejandría, no me suena (ríe).