Raquel Toledo nació en Córdoba, pero pasó 20 años de su vida entregada al mundo de la interpretación en Madrid. Es actriz y profesora de actores, tanto en cine como en teatro, y ha viajado por las capitales más influyentes de la actuación, lo que le ha permitido que ahora pueda volcar sus conocimientos en los numerosos proyectos que desarrolla en Córdoba.

-¿Qué recuerda de su experiencia como estudiante en Madrid?

-Me fui allí porque quería ser actriz y en ese momento en Córdoba no había posibilidades. El proceso de selección fue muy duro y formé parte de la última promoción que pudo disfrutar de dar clase en el Teatro de la Ópera, en el cuarto piso del Teatro Real. Mi padre me llevó creyendo que no me iban a coger, y Miguel Narros me seleccionó. Dábamos clase de 9 a 6 de la tarde con grandes profesores, y para mí fue un sueño hecho realidad.

-¿Por qué decidió montar su propio Teatro Laboratorio en Córdoba?

-Yo empecé a dar clase en Barcelona, pero por el tema del catalán me costaba que me cogieran en ciertos sitios. Volví a Madrid, pero me quedé embarazada. Por aquel entonces yo daba clase de dirección de cine e interpretación y cuando tuve al niño no me cambiaban el horario de noche y tuve que dejar la TAI (Escuela Superior de Artes Imaginarias), porque yo quería estar con mi hijo. Nos vinimos para Córdoba porque, aunque dicen que no, un hijo te cambia la vida.

-¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?

-Que el arte del teatro te da permiso para sacar la creatividad y todas las personalidades que quieras, para ponerte en el lugar de muchos otros, pero sacando esos yo que la vida social no te permite, y que están deseando tener una voz. Es una forma de abrir la mente.

-¿El teatro le da una mayor conexión con el público que el cine?

-El teatro es un rito, sacas todo lo que llevas del tirón y consigues esa conexión con los espectadores. Pero la magia del cine es que te dejas querer por la cámara en esa técnica del «menos es más». Como actriz prefiero el teatro, pero dirigiendo actores prefiero el cine, para trabajar con ellos y sacar esas partes medio frustradas que tienen.

-¿En quién se inspira a la hora de dirigir la escena?

-Mezclo dinámicas de diferentes maestros, y de las escuelas rusa, americana e inglesa. Me he hecho mi propia línea de trabajo como pedagoga. Soy consciente de que hay actores a los que les viene mejor trabajar desde las energías, los cambios de intensidades físicas, desde su cuerpo, tipo Meyerhold; y a la vez me preocupo de lo orgánico, de la verdad, algo parecido al estilo de Stanislavski.

-¿Le gusta más dirigir que actuar?

-Yo nunca he dejado de actuar. Pero de todas las cosas que hago creo que lo que mejor me sale es dirigir actores. Siempre me han dicho que tengo un don para sacar el talento del actor, para hacerlo brillar. Aun así, no me decanto por una cosa si me preguntas qué es lo que más me gusta.

-¿Qué géneros son los que más le gusta tratar en sus obras?

-Yo soy de la técnica inglesa. Allí empiezas riéndote con los personajes, que sacan su parte más ridícula y, de repente, te hacen llorar. Me gusta mucho esa mezcla, es la más humana. Me gusta mucho tocar las profundidades del alma humana y a la vez he desarrollado un buen sentido del humor.

-Ahora se va a Panamá, pero no es la primera vez que va. ¿Qué experiencia tiene del cine allí? ¿Qué diferencias encuentra con el cine español?

-El cine panameño está emergiendo ahora. Si hacemos un paralelismo, salvando siempre las distancias y las culturas, es como en los 80 aquí el cine. Allí me siento muy valorada porque la figura del coach es bastante necesaria en estos momentos, cosa que igual no ocurre tanto aquí.

-¿Qué proyectos futuros tiene en Córdoba?

-En octubre voy a inaugurar unos talleres de actuación en cine, todos los jueves. Y en el Café Málaga ofreceré varios micro teatros. También seguiré escribiendo las recreaciones teatrales del Palacio de Viana.