-He leído que en ‘Trilogía de la guerra’ está todo aquello que siempre quisiste decir y escribir. ¿Así es?

-Bueno, sí. Hasta la fecha. Es una novela que llevo toda la vida haciéndola, porque hay ideas antiguas, otras de hace dos o tres días y que han venido a majar de una forma muy natural.

-La novela, tú que también eres músico, afronta la cara B de nuestro mundo que, aun estando ahí, lo ignoramos. Pero también es un libro muy arraigado a lo real.

-Es que la cara B de nuestro mundo también es real y es la parte que tenemos que darnos cuenta que es otra realidad pero es como si alguien observara los acontecimientos desde un plano diferente para alumbrarnos algo que no veíamos. Por eso en toda la novela hay muchas metáforas y resonancias que van apareciendo.

-Más de cinco años has dedicado a la elaboración de esta historia, de la que empezaste a escribir sin una estructura previa y que luego te dejaste llevar por tus inquietudes creativas. Pese a la extensión de la novela.

-Sí. Fue así. Esto empieza cuando pongo a un personaje en la Isla San Simón. Pero lo importante es por qué lo pongo ahí. Yo voy a esta isla, que fue un campo de concentración, y notas la presencia de la muerte y de los objetos.

-Tus personajes viajan. Muchos escritores y periodistas se han planteado qué sentido tiene viajar hoy que todo está descubierto. Para ti, sin embargo, viajar es un modo de generar ficciones personales.

-Claro. Porque yo creo que el modelo de viajero descubridor es un modelo que acabó ya a principios del siglo XX. El mundo está descubierto. Lo que hacemos ahora es viajar para vivir las ficciones que nos contaron otros, para vivirlas en nuestra propia carne y en cualquier caso siempre es como una revisión de lo que ya había. Para revisionar lo que otro ya había visto.

-Eres escritor pero también músico. En las primeras páginas de esta trilogía hablas de una mesa redonda compartida con Julián Hernández, cantante de Siniestro Total. ¿No te gustaría compartir con él algún concierto?

-Jaja. Es verdad. Me gustaría hacer una colaboración musical con él algún día. Faltaría más. Pero, bueno, eso es como un sueño.

-La novela se divide en tres partes bien diferenciadas, pero con unas constantes, que son las guerras que ha vivido todo el planeta.

-Las guerras. Y luego se extrapola también, en general, a los conflictos, a los conflictos también personales. En realidad, yo creo que es también de cómo nos formamos una idea de enemigo, sea una guerra concreta o no.

-Otra idea que da coherencia y unidad a la trilogía es la idea de que existe una red social que une a los vivos con los muertos.

-Es que la red social más grande que ha existido y que existirá no es la de internautas. La red que ha comunicado y comunica es siempre la de los vivos con los muertos. Y esta idea de que los muertos nunca están muertos del todo. Pero es que los vivos nunca estamos vivos del todo. Es una idea que está en el libro. Vivimos, de verdad, en una interzona. Los muertos están todo el rato hablándonos y contándonos cosas. Y nosotros a ellos.

-La poesía de Lorca está en tu libro. También el triángulo Sebald, Lynch y Dalí ha operado en toda tu novela. ¿Qué has encontrado en ellos que te han ayudado a reforzar esta obra?

-Bueno, hay muchas cosas ahí. En Sebald, la manera de narrar las cosas como si fueran un pozo infinito. De Lynch, precisamente abordar la cara B de la realidad. Dalí me parece de los mejores escritores del siglo XX. Toda la parte deslizante de Dalí como escritor es buenísima.

-Inevitablemente, todos los personajes tienen algo de ti. También tu gemelo anda suelto por estas páginas?

-Cuando escribimos, siempre generamos gemelos, pero gemelos un poco distorsionados, porque todo escritor escribe solo de sí mismo. Aunque hable de un mundo imaginario, está hablando de sí mismo. Pero, claro, no es idénticamente igual lo que escribe a como es. Entonces son gemelos, pero son gemelos un poco mutados. Pero, claro que sí. Ahí está. Es un gemelo mío.