Calenda verde

Freud y las orquídeas

Hasta veinticuatro especies de orquídeas podemos encontrar en la sierra de Córdoba

La mayoría florecen a partir del mes de marzo, y algunas utilizan la estrategia del engaño sexual para conseguir la polinización

Imagen de la singular ‘Orchis itálica’, conocida como flor de los hombrecillos.

Imagen de la singular ‘Orchis itálica’, conocida como flor de los hombrecillos. / Aumente

José Aumente Rubio

José Aumente Rubio

En los albores del siglo XX, el neurólogo austriaco Sigmund Freud sentó las bases del psicoanálisis, un novedoso enfoque sobre la psique humana que es tanto una teoría de la personalidad como un método de tratamiento para pacientes con trastornos. La principal contribución de Freud a la psicología sería su concepto de inconsciente. Sostenía que el comportamiento de una persona está profundamente determinado por pensamientos, deseos y recuerdos reprimidos. 

Freud era muy aficionado a los jardines. Entre las páginas de su obra más famosa, la Interpretación de los sueños, encontramos referencias a una gran variedad de flores: ciclámenes, alcachofas, muguetes, violetas, clavellinas, claveles, flores de cerezo, tulipanes y rosas. A Freud le interesaba el modo en que las imágenes de la vida vegetal pueden representar y ocultar a la vez el contenido sexual de los sueños. Estos símbolos, señaló Freud, tienen su origen en la antigüedad remota y aparecen reflejados en obras tan arcaicas como el Cantar de los cantares. En este libro del Antiguo Testamento, escrito probablemente en el siglo IV antes de Cristo, llama la atención la forma descriptiva, sensual e inspiradora, con la que se desarrollan todas las situaciones, utilizando la metáfora a través del mundo de la naturaleza --los frutos, las flores, los capullos, los árboles y la miel-- para relacionarlo con los enamorados, el deseo de verse y el amor profundo entre ambos.

De entre todas las flores, Freud sentía una especial predilección por las orquídeas. Según uno de sus viejos amigos, Hanns Sachs, en el septuagésimo quinto cumpleaños de Freud «le trajeron orquídeas de todos los colores y formas». Sin embargo, su orquídea favorita, la orquídea negra (Nigritella nigra) -con flores de color granate oscuro y una deliciosa y picante fragancia a chocolate y vainilla- no se encontraba en las floristerías, ya que era una especie silvestre que había recolectado en los Alpes. En una carta que escribió a su hija Anna hace referencia a otra especie que atraía poderosamente su atención: «La lluvia de hoy no me impidió ir a un lugar especial y recoger las magníficas orquídeas blancas (Platanthera bifolia), cuya fragancia no puede compararse con nada».

Si nos paramos a analizarlo, las orquídeas son muy freudianas. En la Antigüedad, sabios como Dioscórides, Plinio el Viejo o Galeno atribuyeron propiedades afrodisíacas a la orquídea, seguramente por la simple similitud de la raíz bulbosa y doble de la planta con los atributos de la virilidad. De hecho, su nombre deriva de orchis, que en griego significa testículos. Según la mitología griega, Orchis --hijo libidinoso de una ninfa y un sátiro-- durante la fiesta en honor del dios Baco, bebió demasiado y en estado de ebriedad sedujo y violó a una sacerdotisa. Los dioses le castigaron a morir devorado por las fieras. Sumidos en el dolor, sus padres suplicaron que le devolvieran la vida a su hijo y éstos accedieron a condición de que Orchis, en su vida futura, proporcionara placer a los hombres. Así fue como devolvieron a Orchis a la vida transformado en una bella orquídea. Los griegos creían que comiéndose las flores de las orquídeas despertaban en su interior los poderes eróticos y la energía sexual del difunto Orchis. De ahí también que los romanos elaboraran un bebedizo con sus pétalos y la ralladura de su raíz se denominase satirión, nombre que deja poco lugar a dudas sobre sus estimulantes efectos. No es de extrañar, por tanto, que Freud sintiera predilección por una planta con tanto trasfondo sexual, teniendo en cuenta que, para el padre del psicoanálisis, los instintos- y especialmente el eros (amor)- son la principal causa de nuestros comportamientos. 

Hasta veinticuatro especies de orquídeas podemos encontrar en la sierra de Córdoba. La mayoría florecen desde el mes de marzo, y entre las más comunes están Orchis champagneuxii, Ophrys tenthredinifera, Ophrys speculum, Serapias lingua y Orchis italica. Esta última, conocida como «flor de los hombrecillos», presenta una inflorescencia con forma cónica y muchas flores con un inquietante aspecto antropomorfo. Se distinguen claramente sus cabezas, piernas, brazos, y hasta unos diminutos penes. Se ve que hablar de orquídeas es hablar de erotismo

Muchas de estas bellas plantas, como Ophrys bombyliflora, atrae a los insectos mediante la estrategia del engaño sexual: su labelo --pétalo medio de gran tamaño y forma irregular-- mimetiza a las hembras de su polinizador, de tal modo que los machos intentarán copular con la orquídea, facilitando su polinización. Si en vez de un insecto fuera un humano, Freud pronosticaría que este engaño sexual tendría graves consecuencias emocionales, con secuelas en su comportamiento y actitud durante el resto de su vida.

Estrategas de la «r»

El número de individuos de las poblaciones está en relación directa con su capacidad de reproducirse, pero condicionado por las características del ambiente en el cual se desarrolla cada especie. Se pueden distinguir dos estrategias de supervivencia: la de la «k», que consiste en engendrar pocos descendientes a los que dedican muchos esfuerzos hasta completar su desarrollo, como ocurre con nuestra especie; y la de la «r», que engendran numerosos descendientes dedicándoles pocos esfuerzos, por lo que se suele dar una gran mortalidad; aunque a veces, si se dan las circunstancias adecuadas, pueden sobrevivir demasiados individuos, dando lugar a las plagas. Es lo que ha ocurrido con la oruga peluda y la procesionaria del pino en este invierno inusualmente cálido. 

A principios del mes de marzo, casi tres meses después de la aparición en los viñedos de los primeros nidos de la oruga peluda (Ocnogyna baetica) --parecidos a grandes telas de araña-- el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Montilla-Moriles alertó de la dispersión de numerosos ejemplares de este lepidóptero y que podría causar auténticos estragos en plantaciones de habas y vid si no se atajaba a tiempo.

Por su parte, a principios de febrero, la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental advirtió de la llegada de la plaga de oruga procesionaria (Thaumetopoea pityocampa) en pleno invierno, cuando años anteriores tenía lugar entre los meses de marzo y junio. A los daños que causan estos lepidópteros en las masas forestales de coníferas hay que añadir los problemas de salud pública que acarrean. El problema se agrava porque muchos de sus predadores naturales, como los cucos, no llegan a España hasta el mes de abril.

Suscríbete para seguir leyendo