Para analizar los retos de la transición energética, Eduardo Moyano, catedrático de Sociología del CSIC, parte de una premisa previa: «El cambio climático no hay que verlo como una tragedia, sino como un problema al que tenemos que adaptarnos». Ante dicho cambio se debe actuar, explica Moyano, bajo el principio de mitigación, con medidas para un largo plazo, como la remisión de los gases de efecto invernadero, y el principio de adaptación.

Para David Moscoso, profesor de Sociología de la Universidad de Pablo de Olavide, de forma reiterada se ha creado opinión pública a nivel mundial sobre el problema del calentamiento global y el peligro de la sostenibilidad, «sin embargo, hemos sido incapaces de hacer frente a un cambio de modelo productivo, que permita conciliar la necesidad de recursos y el modelo de economía basado en el consumo. El problema es que ha primado la geopolítica», comenta el exparlamentario.

Es una evidencia que los grandes acuerdos mundiales en materia climática se han estrellado contra la dificultad de su aplicación por sus implicaciones en el empleo o la economía. Por eso, Moyano aboga por implementar estos grandes acuerdos a nivel local: «Confío más en las iniciativas de tipo privado, porque cuando un empresario vea que, además de contribuir a la mejora del bienestar del planeta, el cambio es rentable por razones económicas, hará la transición energética», considera.

Las consecuencias del cambio climático y de la escasez de recursos hídricos no se aprecian solo en la agricultura y la ganadería. Los efectos del cambio climático y la mala calidad del aire también se están reflejando en el aumento de las enfermedades respiratorias y de las alergias. Córdoba es la única capital andaluza que superó los límites legales de ozono troposférico durante el año pasado (en 120 microgramos por metro cúbico durante periodos de ocho horas y en un máximo de 25 días al año), según el informe La calidad del aire en el Estado español durante 2018.

Y en una cuestión no menos prosaica, que apunta David Moscoso: la organización del trabajo y los horarios comerciales. «Debemos prever medidas institucionales y sociales sobre el modelo económico que tenemos que desarrollar. No solo la agricultura y la ganadería se van a tener que adaptar diversificando productos o implementando aquellos que requieran menos agua, nuestro estilo de vida en general tendrá que adaptarse», comenta Moscoso, que considera clave en el plano local el incremento de zonas verdes, la apuesta por la arquitectura sostenible, las energías alternativas y la economía circular.