El chiquillo se quedó embobado, con su banderita en la mano, mirando a la estatua. Alguien había colgado una bufanda de España en el cuello del Gran Capitán. Su padre, al lado, no podía evitar esbozar una sonrisa. Tampoco sacar la cámara fotográfica para inmortalizar los ojos del chaval, cargados de ilusión. Como ellos, varios se reunieron en la céntrica fuente de Las Tendillas, ya completamente vallada.

El sofocante calor de los días anteriores dio un respiro. Los balcones poco a poco se iban poblando de banderas españolas. A diferencia del día de la semifinal ante Portugal, no se quedaron pegadas a la barandilla. De vez en cuando surgía un ligero viento que las zarandeaba. Esa misma bocanada de aire provocó el abrazo entre el verde italiano y el rojo español. Un joven había colocado en su terraza la bandera de los dos equipos que hoy se jugarán la Eurocopa. El chico, de 26 años, acababa de llegar de Livorno. En la bandera italiana se podía leer Erasmus 2011 y un sinfín de dedicatorias. Justo debajo se formó un pequeño corro de debate. "Se lo ha debido pasar bastante bien para ir con Italia", comentaban en plena calle. "¡Con las italianas!", matizaba otro. En ese momento apareció el protagonista. "¡Que no, hombre, que la he puesto para crear polémica! ¡Si yo voy con España!". El y su grupo de amigos, como tantos otros, verán el encuentro en un bar. Ayer, los establecimientos ya se estaban preparando para la avalancha de aficionados que soportarán hoy. En muchos, apenas quedaba un resquicio de pared blanca. Todo lo cubría el rojo y el amarillo. Pero había algo incluso más importante que el colorido. "¡Que las cervezas estén bien frías!", ironizaba un camarero, con la camiseta de La Roja.

Hoy la espuma volará y puede que a las once de la noche se cambie por champán. A esa hora, muchos pequeños, ya sin colegio, pasarán su primera media noche de insomnio dominical. De España dependerá que al acostarse mantengan la sonrisa que a mediodía exhibían junto a la estatua de Las Tendillas.