Las huelgas, cuando son generales, tienen un ritual que siempre es el mismo en las ciudades, en el que se pone a prueba la capacidad de organización sindical a la hora de paralizar el transporte, la industria y los servicios. En las zonas industriales, donde hay empresas con grandes plantillas y trabajadores que llevan años experimentando los resultados de plantear un frente unido, la respuesta a las convocatorias, sean generales, sean conflictos privados, es sólida. Sin embargo, en las zonas con un tejido empresarial atomizado, o en sectores donde reina el autónomo o el pequeño negocio, la cosa cambia. Y Córdoba brilla más por lo segundo que por lo primero.

Por eso la huelga se inicia a las doce de la noche del día anterior en el entorno de Mercacórdoba, donde es clave disuadir a los transportistas --muchos de ellos, simplemente no acuden-- para que la jornada comience de manera eficaz (desde el punto de vista sindical). En este 29M la protesta en Mercacórdoba se prolongó hasta las cuatro de la madrugada, hora en la que los piquetes informativos se trasladaron a Aucorsa. No hubo sabotaje en los autobuses, pero los concentrados no permitieron su salida hasta que lucieron los carteles de "servicios mínimos", en torno a las 8,20 horas de la mañana. Ha sido el conflicto en el que menos problemas parece haber habido con el transporte público. Luego vienen los recorridos por los polígonos industriales, que ayer estaban desusadamente tranquilos, y, cuando se acerca la hora de la apertura de los comercios, un paseo por el centro.

Cajeros y cerraduras impregnados de silicona se han dado menos en esta ocasión (los bancos contraatacaron con vaselina), algunos contenedores ardiendo y cortes de calles inesperados se dieron ayer, aunque sin excesiva virulencia. UGT y CCOO extremaron el cuidado para que no se produjeran incidentes, y denunciaron, en palabras de Rafael Rodríguez, de CCOO, la "salvajada" de las detenciones, "en algún caso un auténtico abuso de poder".

Lo cierto es que otro de los clásicos de las huelgas en Córdoba, la sede de Cajasur, no sufrió mucho más de unas pitadas y tensión. En el centro, los comercios entornaban o cerraban las puertas para abrirlas a continuación, y algunos bares abrieron ya por la tarde. Otro de los clásicos, El Corte Inglés, buque insignia del comercio y de la resistencia ante las huelgas (las obras del Hipercor no pararon), tampoco vivió incidentes tan crudos como los de la última huelga general, aunque sí tuvo que tener bastante rato un cordón policial y aguantar sucesivas pitadas de piquetes y, más tarde, de manifestantes, sentadas incluidas y hasta una larga batucada de los jóvenes que cerraban la marcha.