A estas alturas, es decir, al final de la película, es posible que los electores no sepan si mañana domingo vamos a elegir a un nuevo Parlamento de Andalucía o vamos a votar la reforma laboral, el encarcelamiento de los corruptos, si ya vamos a empezar con el copago o a dar el visto bueno o no al Estatuto de Autonomía. La campaña de las elecciones andaluzas ha sido tan intensa como descorazonadora, tan exhaustiva como lejana, y se cierra con la sensación de que se ha desarrollado con una enorme pasión por parte de los partidos políticos y una indiferencia generalizada de los ciudadanos.

En las urnas conoceremos mañana cómo de alta es la participación y si la campaña ha incidido en los indecisos. Veremos si el gasto en encuestas ha merecido la pena y si el esfuerzo de unos y otros se ha visto recompensado. Sabremos también qué mensajes han calado y qué mensajes --utilizando una frase habitual tras los comicios-- no se han sabido "entender".

Sin promesas

Los medios informativos hemos dado rienda suelta durante quince días a los mensajes de unas formaciones que están agotadas en su tercera campaña electoral consecutiva en diez meses, y a las que la crisis no les permite prometer casi nada. Al carecer sus líderes de carisma suficiente como para prometer, como Winston Churchill, "esfuerzo, lágrimas y sudor" (lo de la sangre esperemos que no venga al caso), se han limitado a especificar qué partes del cuerpo del estado del bienestar no recortarán (os dejaremos las manos y una pierna, chicos, pero no pretendáis que hagamos más carreteras) y a acusar al contrario de encerrar en su programa el hundimiento de Andalucía.

Mirando los rostros del número 1 del PSOE, José Antonio Griñán, y del número 1 del PP, Javier Arenas, se percibe el desgaste que viene ya de lejos, el agotamiento y el peso de una terrible responsabilidad que solo ellos conocen en toda su magnitud. No así el número 1 de IU, Diego Valderas, que ofrece un cansancio más relajado y esa mirada del estudiante que, esta vez sí, va a sacar mejor nota en la selectividad, aunque siempre aceche el miedo al fracaso. El rostro de Pilar González, la aspirante a la presidencia de la Junta por el PA, ofrece los matices del anhelo y del que sufre la incomprensión: ¿Por qué no? ¿Por qué otra vez las encuestas cierran la puerta al andalucismo? Un escaño del PA no sé si traería más felicidad a esta formación que los respectivos triunfos al PSOE y al PP.

Muchos actos

Desde el día a día de la campaña, viendo los toros desde la barrera de la Redacción del periódico, sí se comprende, en la barahúnda de mensajes cruzados, el enorme esfuerzo de los partidos políticos en la campaña. El periódico da cuenta de actos puntuales y de declaraciones de prensa, pero le sería imposible enumerar el rosario de actividades de los dirigentes políticos andaluces y provinciales. Todos los días ha habido una media de treinta actos en la provincia, desde pequeñas entrevistas con colectivos hasta actos públicos en todos los pueblos, grandes y pequeños.

Los tres partidos con representación parlamentaria se han pateado la provincia del derecho y del revés, peleando ese voto rural que el PSOE desea mantener y recuperar, Izquierda Unida acrecentar y el PP convertir en palanca de mayoría absoluta. Los municipios de mediano tamaño han sido un objetivo preferente (Lucena, Priego, Pozoblanco, Puente Genil), pero los pequeños no se han quedado atrás. Incluso los partidos sin representación parlamentaria, pese a sus escasos medios, han trabajado a diario algún pueblo junto con la capital. Así lo han hecho PA, Equo y UPyD, y los dos primeros han prestado, además, una atención especial a la Universidad, donde han acudido con frecuencia o a diario, como La mano verde del PA.