La Córdoba Copa Davis nos ha dado muchas lecciones en pocos días. A todos. Sobre todo, de lo que significa el trabajo en equipo, que siempre da mejores resultados que el esfuerzo individual. Aunque resulte paradójico en un deporte tan particular como el tenis, y haya que tener en cuenta el factor decisivo de la presencia de Rafa Nadal en el equipo español para entender esta eliminatoria de semifinales, hay algo que trasciende al egoísmo de aquellos que se consideran imprescindibles en la vida y prefieren engordar sus egos sin compañía: el valor del grupo.

Sostiene Nadal que para vencer debe haber jugadores de máximo nivel y en un ambiente adecuado. Añado el compromiso. No tengo el placer (ni es necesario) de vivir de cerca la convivencia del equipo español de Copa Davis, pero desde fuera da la impresión de que hay 'feeling' entre ellos. Lo pude constatar en las comparecencias de Rafa Nadal en la sala de prensa, más pendiente del televisor de su izquierda en busca del resultado del compañero, que de los disparos del pelotón de informadores. Por mucho empeño que ponían algunos. También se comprobó en la intachable profesionalidad del equipo del departamento de comunicación y prensa de la Federación Española de Tenis. En los trabajadores del cátering, limpieza, seguridad, recogepelotas, voluntarios, etcétera, etcétera, etcétera. Nunca había asistido a un acto de esta envergadura (ni de menor entidad, que se supone más sencillo) con mayor precisión en el trabajo. No me equivocaré si digo que el éxito aúna el esfuerzo y el compromiso de todos. Si hubo errores, no se apreciaron. Y si los vi, no me acuerdo.

Soy de los que piensan que no se debe retroceder salvo para tomar impulso. Así que pasaré de puntillas (tapándome mi pequeña nariz) sobre la bronca política que amagó con estropear este bonito sueño que ha vivido Córdoba y que todos, todos, de uno y otro signo político se empeñaron en hacer suyo en exclusividad y emplear como un arma arrojadiza. Con sus motivos justificables, unos y otros, al menos confío en que los organizadores, es decir, el Ayuntamiento de Córdoba, no solo hayan confirmado el enorme potencial de la ciudad califal en su capacidad organizativa, la disposición (y pre-, de algunos) de parte de su empresariado, la entrega de la ciudadanía y el esfuerzo, en general, de todos los que hacen Córdoba a diario. Que sepan explotarlo en el horizonte. Al tiempo que confío en que no se vuelvan a repetir las actitudes de revanchismo, competencia desleal y envidias malentendidas por parte de unos y otros. Cada uno en su porcentaje de responsabilidad. Porque las lecciones valen, insisto, para unos y para otros.

La moraleja de la semifinal de la Copa Davis que España ganó a Francia en Córdoba debe servir como punto de partida y no como final de trayecto. Córdoba ha devuelto la bola a quienes dudaron de ella no hace mucho y su brazo ejecutor, sin saberlo, ha sido el de un califa: Rafa Nadal.