En el 2013, en una charla con un periodista, Steve Bannon se declaró «leninista». «Lenin quería destruir el Estado y ese es mi objetivo», dijo el antiguo militar, empleado de Goldman Sachs y por entonces encargado de la web de ultraderecha Breitbart. «Quiero hacer que todo se derrumbe y destruir todo el establishment actual».

Bannon diría luego que no recordaba esa conversación, pero nunca ha desmentido su veracidad. Y el eco de esas declaraciones cobra especial sentido ahora que Bannon, fichado en verano por Trump como consejero delegado de su campaña, es el hombre más fuerte del presidente de Estados Unidos.

Esa fortaleza ha sido innegable desde que Trump le nombró su estratega jefe. Porque Trump creó una estructura dual de poder en el ala oeste en la que la otra pata era Reince Priebus, que fue presidente del Comité Nacional Republicano y ayuda a Trump a tener un enlace con el aparato del partido, que durante meses le rechazó. Pero Bannon ha pesado y pesa más que Priebus, tiene más libertades y es menos responsable legalmente, y además tiene más influencia en el presidente. El poder de Bannon en la Casa Blanca no hace más que aumentar. El sábado, Trump firmó un memorando presidencial reestructurando el Consejo de Seguridad Nacional, y dio a su mano derecha un asiento en el nuevo organigrama de ese órgano. A la vez, Trump quitaba peso al Director Nacional de Inteligencia y al presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor de la Defensa, a los que ahora solo invitará a las conversaciones relativas «a sus responsabilidades y experiencia», una decisión que hasta una republicana como Condoleezza Rice, que sirvió como asesora de Seguridad Nacional de George Bush, define de «extrema locura».

Esa es la última muestra del ascenso de un ultraderechista lastrado por sombras de antisemitismo e ideas supremacistas blancas en esta Administración, pero su sello se siente a diario.

Amante y conocedor del poder de la provocación, Bannon ha animado a Trump a enfrentarse agresivamente con la prensa y se ha esforzado por agravar ese enfrentamiento con declaraciones como las que hizo esta semana, diciendo que los medios tradicionales «no tienen poder y tienen cero integridad e inteligencia» e instando a los periodistas a «cerrar la boca y escuchar un rato».

Su huella, no obstante, es también ejecutiva, tanto como para que los críticos hayan conseguido convertir en primera tendencia en Twitter en EEUU este domingo la etiqueta #StopPresidentBannon, que no necesita traducción. Él y Stephen Miller están detrás de la redacción de muchas de las acciones que Trump ha tomado en sus primeros días en el cargo.

Y este fin de semana, la CNN decía que fue Bannon quien se impuso a los representantes del Departamento de Seguridad Interior e hizo que el veto a refugiados e inmigrantes musulmanes se extendiera.